Pocas compañías en el mundo tienen una imagen de marca tan arraigada en el universo de los coleccionistas como la histórica casa alemana de artículos de escritura Montblanc.
La trayectoria de la empresa se inicia en 1908 cuando cuatro socios-Claus Johannes Voss, el empresario Alfred Nehemias, el ingeniero August Eberstein, y el banquero Max Koch- fundan la enseña Simplo Filler Pen Co. en un edificio de Caffamacherreihe (Hamburgo).
La sociedad, constituida en torno a un taller con un maestro artesano y una docena de torneros, produce al año siguiente su primera estilográfica bajo la denominación Rouge et Noir, una pluma de seguridad acabada en caucho negro con remate rojo en el capuchón y plumín de oro foráneo que permitía portarla en cualquier posición sin miedo a verter tinta.
Este artículo primigenio, que ya buscaba la excelencia que desde entonces siempre ha caracterizado a la manufactura, fue progresivamente optimizado hasta conseguir el favor de los consumidores.
El éxito permite a la empresa trasladarse, a finales de 1910, a Bartelsstrasse donde inaugura una moderna sede de tres plantas en un inmueble conocido como Delphinhaus desde el que saldrán las primeras estilográficas comercializadas con el nombre Montblanc, similares a las Rouge salvo por su finura y por sustituir el adorno rojo por uno blanco.
La idea surgió, al parecer, de manera informal a raíz de un comentario vertido por el industrial Carl Schalk que, para justificar el bautismo, señaló ‘al fin y al cabo es negra por fuera, blanca arriba, y la más grande entre sus equivalentes’.
La famosa estrella de seis puntas se incorpora en 1914 al extremo superior de la capucha, convirtiéndose en uno de los logos más reconocidos en todo el mundo gracias al trabajo desarrollado por Wilhelm Dziambor, autor de la iniciativa, futuro socio directivo, y responsable de la campaña publicitaria internacional.
La consolidación de la empresa alcanza una nueva etapa antes de la Primera Guerra Mundial cuando decide romper con su dependencia de los plumínes extranjeros suministrados por la firma americana Collins y la británica Perry.
Para lograrlo crea la German-American Gold Pen Co., una sociedad que además de vender puntas importadas realiza las primeras tentativas para fabricar plumines de oro en la propia Alemania.
El conflicto bélico golpea con fuerza a la firma bávara pero, pese a las vicisitudes, sigue produciendo plumas a pequeña escala.
Gracias a pequeños suministros de caucho de compañías afines comercializa sus primeras estilográficas de color rojo, y lanza la pluma Simplo Patrone, una semi-safety con forma de cartucho de fusil que podía cargarse con tinta en polvo o pastillas disueltas en el agua y se presentaba con un motivo patriótico en tonos negro, blanco y rojo.
Tras el vendaval, se relanza la incipiente producción de plumines y Ernst Rösler toma el mando de un nuevo departamento para fabricar en serie puntas de oro de calidad con la figura de la estrella de Simplo y Montblanc, algo que logra en el año 1920.
En la misma época, la compañía da un nuevo paso en su camino de crear una leyenda duradera dentro del sector de artículos de escritura y construir una imagen de marca sólida, elegante, elitista y con productos de alta calidad, con el lanzamiento de su línea de boutiques propias, tiendas en franquicia que recibían derechos exclusivos y asesoramiento directo de la casa matriz en materia de formación de personal, ventas, y atención al cliente.
El primer establecimiento Montblanc fue inaugurado por los hermanos Stöffhaas en Steindamm (Hamburgo) y además de plumas vendía artículos de piel, papel, tarjetas, álbumes de sellos, y fotografías.
La experiencia fue tan gratificante que repitieron poco después en Berlín abriendo un camino que seguirían muchos otros emprendedores.
La energía de la corporación no se detiene y, después de configurar el departamento de ingeniería para construir sus máquinas y ser autosuficiente en el suministro de materiales, se embarca en la aventura de generar su propia tinta que hasta esos momentos le facilitaba la casa Günter Wagner a cambio de plumines de oro.
Sin embargo, no será hasta 1924 cuando la compañía diseñe la estilográfica sobre la que se asentará todo su recorrido futuro: la Meisterstück.
De alto precio-veinte marcos costaban las primeras unidades- pero elevada calidad pronto se convirtió en un éxito de ventas que desbordó todas las expectativas en unos años sumamente difíciles para la empresa, amenazada por las tensiones inflacionistas del país.
Fue de nuevo Dziambor al frente de sus agentes de venta, el que encontró la solución para derrotar a la competencia, acuciante debido a que proveedores como Kaweco y Soennecken ofrecían productos equivalentes y a que el gigante estadounidense Parker había anunciado su intención de abrir delegación en Alemania.
Decidió dar una garantía de por vida a sus plumas más vendidas denominándolas Montblanc Meisterstück, ‘obra maestra’, y presentándolas en colores diferentes al resto de la gama y desde 1930 equipadas con un plumín específico que llevaba grabado los dígitos 4810 correspondientes a la altura de la reina de los Alpes.
La respuesta del consumidor fue excelente aunque la casa tuvo igualmente que adaptarse a los nuevos tiempos-con un desempleo alto y un poder adquisitivo limitado-, y lanzar una gama más económica, además de realizar ajustes de plantilla y salarios.
Su alternativa fue la innovadora Serie III, una estilográfica barata comercializada en la década de los treinta que conservaba un tiempo su valor puesto que se podía devolver al año y, tras abonar la diferencia, cambiar por la Meisterstück.
Una estrategia destinada a convencer al consumidor de portaminas y plumas de gama baja que permitía a Montblanc seducirlo con su calidad para que cuando mejorará la economía se pasara a sus estilográficas de lujo.
Otra opción llegó a través del portaminas Pix con mecanismo a presión, digno heredero del OB, que gozó de gran aceptación y permitió a la empresa conservar una base de clientes fieles y captar nuevos adeptos en todo el mundo.
Superados los malos momentos, el segundo enfrentamiento armado en Europa dañó gravemente de nuevo a la firma que, pese a todo, mantuvo cierta actividad hasta 1944 cuando una bomba aliada destruyó la fábrica de Hamburgo y paralizó la producción.
Se ponía fin así a la primera etapa de vida de la compañía, más de tres décadas en las que se asentaron las bases de una empresa legendaria que supo modernizarse sin perder nunca de vista su carácter de manufactura y su decidida apuesta por la excelencia.
Años en los que produjo básicamente estilográficas sobrias de carga por cuentagotas, palanca y vacío, rematadas en caucho negro, rojo, y rojo / negro y con forma cilíndrica u octogonal, y plumas de lujo en materiales preciosos (oro, plata, esmalte) con o sin cincelados, de las que no hay registro completo y se sospecha que existen piezas únicas customizadas por joyeros ya que hasta 1934 la firma accedía a personalizar sus productos a petición de los clientes pudientes.
La gama se completaba con modelos económicos para combatir los años de la Gran Depresión, y bellas referencias de llenado por succión, palanca y émbolo en ebonita y celuloide de colores vivos (lapislázuli, azul ultramar, verde malaquita, rojo coral, burdeos, cuarzo rosado, veteados perla y café y verde negro, facetados, y combinaciones marmolizadas).
El fin de la contienda permitió la reconstrucción de las instalaciones, que culminó en 1946 bajo administración británica, y el progresivo restablecimiento de las sucursales y la imagen de la compañía en el exterior.
La firma reinició tímidamente su actividad productiva a partir del catálogo clásico y tuvo que posicionarse de nuevo en el mercado y luchar por recuperar las posiciones y el prestigio anterior.
Nuevos materiales y soluciones técnicas, cambios en los procesos productivos, mayor competencia global, diferentes hábitos y pautas de consumo, pérdida de mercado para las estilográficas… un escenario con otros retos y desafíos que exigía un cambio de tercio, un salto hacia adelante para afrontar una nueva etapa.
Apuesta que Montblanc afronta renovando su gama de productos, y reforzando su inversión en calidad e imagen de marca entre finales de los cuarenta y la década posterior.
Serán los tiempos de las series Masterpiece y Monte Rosa y, en los setenta, los modelos Carrera y Noblesse a los que seguirán, en los ochenta y noventa, las series limitadas y las ediciones especiales dedicadas a escritores, acontecimientos especiales, y personalidades de la cultura, las artes y las ciencias.
Una parte de la historia que quizás contemos en otro momento pero que ha demostrado la envidiable salud de una marca, hoy en día considerada la mejor dentro del sector, cuyo éxito le ha permitido diversificar incluso su negocio hacia campos muy alejados de su actividad tradicional como la relojería gracias, de nuevo, a la inquebrantable fidelidad que denotan los adeptos a las virtudes y excelencias que promete la estrella blanca.
Hoy queremos en esta fase final del reportaje presentaros algunos modelos vintage de la casa alemana producidos en esta primera etapa que hemos narrado, desde los inicios del siglo XX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Las nueve unidades que ilustran el texto fueron fabricadas entre mediados de los años treinta y principios de los cincuenta, y corresponden a las series Masterpiece Nº 25 y Nº 642, y a los números 244, 246 (tres referencias), 322 y 324 (dos modelos).
Cuatro de ellas (Nº 25, 322 y 324) trabajan con mecanismo de botón o pulsador, y el resto mediante émbolo.
El primer sistema, usado profusamente por las firmas británicas y estadounidenses, se adopta por primera vez en 1930.
Montblanc lo emplea inicialmente en la económica Serie III para, una vez perfeccionado, montarlo en la gama alta hasta 1939 en Alemania y hasta mediados de los cincuenta en la división sueca.
Por su parte, el método de émbolo, definido al principio por la compañía, que lo había experimentado en los años veinte, como imprevisible, complejo y poco fiable, es comercializado con gran alarde publicitario en 1934 ante las presiones de los clientes y el éxito de las nuevas cargas de Pelikan.
Dos años más tarde, se optimiza con la incorporación de un mecanismo retráctil en la serie Meisterstück y en la actualidad es el sistema más habitual en las plumas estilográficas de mejor calidad.
Sin duda, los modelos más atractivos de esta selección, por lo inusual que resultaba en la casa alemana, son los vestidos de vivos colores acabados en ebonita y celuloide, hoy muy buscados por los coleccionistas de todo el mundo.
Podemos apreciar diseños en rojo coral, atractivas combinaciones de acabado marmolizado perla, café y negro, e inusuales tonalidades verde negras y estriados marrones dorados.
La colección se completa con tres modelos en negro con detalles bañados en oro, con parte o todo el cuerpo transparente para observar el sistema de llenado (demonstrator), y la conocida Masterpiece con el capuchón chapado y cincelado con líneas verticales.
Con diseños clásicos de extremos planos o con formas más ergonómicas y redondeadas, las referencias vienen con plumines de la casa bávara rematados en oro de catorce quilates y de trazo EF, OB y F.
Llevan impreso en el cuerpo y la capucha el nombre de la firma con la montaña nevada rompiendo la palabra, el logo, la leyenda Masterpiece y Sim Plo, el reclamo Original Montblanc, además de los dígitos de identificación de los modelos y los tipos de plumines.
Presentan distintas clases de clip y forma de presentar la emblemática estrella, y lucen dos bandas al final del capuchón, con la excepción de una pareja de unidades.
Un conjunto de plumas bastante raras e inusuales para deleitarnos con la herencia vintage de una marca que lleva más de un siglo marcando estilo en el mundo de las estilográficas.
Como coleccionista modesto de estilograficas y caligrafo . Mi mas cordial felicitación por su blog. Un saludo.
Sí, las tenemos a la venta. Si le interesa alguna en concreto puede enviarnos un email a info@elcoleccionistaeclectico.com o elcoleccionistaeclectico@hotmail.es Gracias por su comentario. Saludos
Excelente informaciòn, y sobre todo las fotografìas de los utensilios de escritura, magnifico. Todas ellas las tienen para la venta?
Saludos.
Hola César. Muchas gracias por tu comentario y tus ánimos. Sí, es posible cambiarle el plumín a ese modelo de estilográfica. Tendrías que encontrar otro procedente de alguna unidad vieja o intentar buscar en alguna tienda de repuestos donde vendan sacos y juntas tóricas. Quizás también puedas hacerte en internet con alguna punta suelta. Saludos