Certina DS, un mito relojero imperecedero

Corrían los años cincuenta cuando la marca de relojes suizos Certina comenzó a desarrollar un revolucionario concepto relojero, el DS (Doble Seguridad), que marcaría toda una época y colocaría a la firma a la vanguardia tecnológica del sector.

Este modelo, con un impacto en términos de imagen, prestigio y ventas equivalente al que, una década más tarde, generó el Speedmaster para Omega, se publicitaba como el más resistente del mundo y la calidad y excelencia de su manufactura no encontraba rival entre sus coetáneos.

Hasta llegar a ese cenit empresarial, la casa helvética había recorrido una larga trayectoria jalonada de acontecimientos relevantes.

Su historia comienza en 1888 en la pequeña localidad de Grenchen, una comuna del cantón del Soleura situada a los pies de la cordillera del Jura, donde los hermanos Adolf y Alfred Kurth abren, en un taller anexo a la casa familiar y con tres empleados en plantilla, una fábrica de mecanismos y suministros de alta gama para la industria relojera (Kurth Frères SA).

Dos décadas después, en el año 1906, lanzan al mercado sus primeros modelos completos comercializados bajo la marca Grana, abreviatura del nombre latino de su localidad natal.

Se trataba de unidades de pulsera para el público femenino -los hombres todavía se decantaban por los de bolsillo-que obtienen buena acogida y logran diversos galardones en certámenes internacionales como la medalla de oro de Milán y, en 1910 y 1914, premios en Bruselas y Berna.

La empresa progresa y, en los años veinte, tras la incorporación de dos nuevos socios, Hans y Erwin Kurth, se moderniza la factoría que pasa a disponer de instalaciones de producción integral capaces de desarrollar todos y cada uno de los componentes de un reloj y hacer frente a la demanda y la expansión internacional subsiguiente.

El carácter innovador, la creatividad y el gusto por el riesgo de la compañía se ponen de manifiesto desde muy temprano.

En 1936 presenta el primer reloj digital de cuerda del mundo, una unidad de caja rectangular y dos ventanas para mostrar la hora y los minutos que trabajaba con un sistema de discos giratorios, novedad mecánica que será copiada e imitada por otras muchas firmas del sector.

A finales de la década, coincidiendo con el cincuenta aniversario de la compañía, la sociedad, con 250 empleados en nómina, da un nuevo paso adelante en su apuesta por convertirse en una empresa global y toma dos decisiones importantes.

Cambia la denominación comercial de su línea de relojes adoptando el nombre actual de Certina -término que procede del latín certus (seguro, cierto) y puede pronunciarse igual en muchos idiomas-y sienta las bases de lo que será su modelo más emblemático (el DS) con el lanzamiento del Labora, un modelo resistente a los golpes dirigido a los hombres trabajadores que buscaban relojes bonitos, fiables y capaces de aguantar el trote de su agitada vida diaria.

Para hacer honor a su nuevo nombre, crea también, a principios de los años cuarenta, movimientos de carga manual sobre 15 y 16 gemas, de gran exactitud y solvencia, como el KF (324 y 330) y a finales de la década cierra el círculo con el lanzamiento de su primer calibre automático, el 360 de martillo sobre 19 rubíes con sistema antichoque Incabloc.

El éxito sonríe a la compañía suiza. En 1948 inaugura su primera sucursal en el extranjero -ubicada en la República Federal de Alemania-y comienza a exportar a América a través de la adquisición de la Illinois Watch Case Co. de Elgin.

En tan sólo siete años incrementa su plantilla de 400 a 500 trabajadores hasta alcanzar, en 1955, una producción diaria de un millar de relojes gracias a una factoría eficiente, moderna y dotada de la maquinaria más avanzada.

Un periodo vertiginoso en el que se suceden las novedades.

En 1951, anuncia el calibre 25-45, con un rotor automático de diseño original, 21 rubíes y reserva de marcha de 40 horas, y dos años después desvela el calibre 28-45, tres milímetros mayor que el anterior e idénticas prestaciones.

A mediados de la década completa su imagen de marca con la adopción de un logotipo -dos letras C, una dentro de la otra-que empieza a aparecer en los relojes, la publicidad y la documentación corporativa.

Además, en una decisión histórica que marcara el devenir de la empresa, constituye un equipo de trabajo, con profesionales de primer nivel bajo la dirección del ingeniero Philipp Kurth, para desarrollar un reloj de máxima resistencia y alta calidad.

Tras muchas pruebas, en 1959 nace la idea del modelo DS, construido obedeciendo a una serie de parámetros que garantizan el concepto de doble seguridad.

El movimiento, flotante  y aislado del resto de elementos para evitar las sacudidas, se protege con un grueso anillo amortiguador de caucho elástico, además del tradicional sistema antichoque Incabloc, y viene insertado en una caja estanca de acero inoxidable reforzado de 36 mm de diámetro con fondo roscado, corona de seguridad con tija articulada y cristal de plexiglás anti-rotura de más de 3 mm de espesor.

Equipado inicialmente con mecanismos de cuerda manual (el 25-36 de 17 rubíes y 43 horas de reserva de marcha) y automática (el ya citado calibre 25-45), pronto, a principios de los sesenta, monta el reconocido 25-65 de nueva manufactura, un milímetro más delgado que su predecesor, con una reserva de marcha de 42 horas, 27 rubíes y una frecuencia de oscilación de 19.800 alternancias por hora.

Se trata de un movimiento muy apreciado por los coleccionistas y los relojeros debido a la calidad de su construcción y a su robustez y fiabilidad. Recio y de funcionamiento intuitivo, lleva el sistema de remonte automático de ruedas gemelas inversoras patentado por la casa, escape clásico de ancora suiza y volante de gran tamaño.

El modelo soportaba impactos superiores a los seis metros de altura, el triple que la competencia, y podía sumergirse hasta 200 metros de profundidad, todo un hito en los sesenta, lo que lo convirtió en una referencia entre los diver y los buceadores.

Capaz de resistir cualquier cambio de presión y altitud, fue testado en el Himalaya donde un equipo suizo equipado con el reloj alcanza la cima del Dhaulagiri (1960) y, en 1968 y 1970, en los experimentos de hábitat submarino del Sealab-II y el Tektine en colaboración con la Armada estadounidense y la NASA para probar la viabilidad del buceo de saturación y el comportamiento humano en aislamiento.

Posteriores demostraciones le hicieron ganarse una merecida fama de indestructible que Certina supo explotar publicitariamente con anuncios donde se hacía hincapié en que seguía inalterable, en estado y marcha, tras ser lanzado desde un cuarto piso contra un suelo de hormigón o sufrir el atropello de un coche cargado con pasajeros y equipaje.

Tal era su durabilidad, que la marca no encontró un anagrama mejor para representarlo que la famosa tortuga, cuya silueta se incorpora al fondo roscado a partir de los sesenta y, con el tiempo, se convierte en una denominación coloquial que los aficionados usan para referirse a la línea DS.

De estilo atemporal, con caja redondeada, cadena a juego en el mismo material y esfera metálica gris, negra o dorada, con o sin números, lucía calendario simple de cambio tradicional a la altura de las tres, segundero central y agujas luminiscentes y, en los modelos profesionales, montaba bisel giratorio.

La fama mundial que otorga a Certina es aprovechada por la compañía para lanzar otras series como el extraplano Blue Ribbon (1961), con movimiento automático calibre 651, el Bristol 235 o el Club 2000 y también para presentar a mediados de la década (1966) una codiciada versión DS Chronometrè limitada a 7.221 ejemplares.

Finalmente, dos años más tarde y con más de trescientas mil unidades vendidas, llega la esperada evolución con la comercialización del DS-2 con versiones sumergibles a 200 y 500 metros de profundidad y, en 1970, con un modelo estanco que aguantaba un kilómetro bajo el agua (DS-2 Super PH 1000M), tecnología punta de buceo empleada por la Agencia Espacial Estadounidense en sus misiones submarinas.

Se publicitó como el reloj del hombre activo y deportista -aunque por primera vez incluyó una línea específica para señoras-y buscaba su público objetivo asociando su imagen a la de paracaidistas, buceadores, esquiadores, pilotos, marineros, profesionales del riesgo, amantes de las actividades náuticas y admiradores de un estilo de vida excitante y acorde a las potencialidades del modelo.

Como principales novedades técnicas presentaba mejoras en la estanqueidad de la corona, oculta parcialmente, y un sistema de sellado doble, además de emplear tornillos extra-fuertes para reforzar la fijación y protección del movimiento.

En el aspecto estético y mecánico, la variedad fue la nota predominante.

Se ofrecieron diferentes versiones de caja (ovalada, rectangular, cuadrada, redonda…), dos acabados, en acero y laminado en oro de 20 micras -además de un cronómetro en oro de 18 quilates-, y quince tipos de esferas metálicas (naranja, amarillo, verde, negro, gris, dorado, azul, bicolor…) dotadas, en ocasiones, de biseles esmaltados graduados.

Podía adquirirse con movimientos manuales (25-66 y 25-661 con o sin fecha) y automáticos (25-651, 25-652 y 26-651 con calendario simple, Certidate, y con día y semanario, Certiday) y, según la elección, el fondo con el grabado de la tortuga en el centro venía plano o se adornaba con un relieve ondulado circular.

También se ofreció con función de cronómetro y en versión Certronic, con caja de 43 mm de diámetro y 1,4 de grosor y equipado con el nuevo calibre manufactura 29-152 sobre 12 rubíes estimulado por un sistema regulador de diapasón electrónico alimentado por batería que trabajaba a una frecuencia de 300 herzios.

Un movimiento electromecánico, antecedente del cuarzo, que destaca por su extrema precisión y que fue desarrollado en colaboración con Omega, Zenith y Eterna.

El DS-2, de diámetro algo mayor que su predecesor, vendió cerca de medio millón de unidades en todo el mundo hasta mediados de los setenta cuando se retiró del catálogo de la compañía helvética.

A principios de esa década Certina, que daba trabajo a 900 personas y fabricaba 2.000 referencias diarias, gozaba de una salud corporativa envidiable y su prestigio internacional se reflejaba en un rico y atractivo catálogo.

Había modelos de todos los estilos, desde relojes profesionales y deportivos hasta relojes joya para damas -la marca fue galardonada en varias ocasiones con la Golden Rose a la mejor creación dentro de este campo-, relojes con alarma y modelos innovadores y de corte más clásico.

En esos años aparecen series como el New Art de caja cuadrada, la colección Haute Couture dedicada a la alta costura, el Biostar con el calibre eléctrico 28-353, primera unidad del mundo en medir los biorritmos humanos diarios a nivel físico, mental y emocional, el cronógrafo Chronolympic, dedicado a las regatas y equipado con movimiento Valjoux, y el Argonaut orientado al buceo.

Sin embargo, un conjunto de factores -la crisis económica global, la llegada del cuarzo y la fuerte competencia de los productos japoneses-aconsejan tomar decisiones para optimizar costes, buscar sinergias y proteger la posición empresarial.

La compañía decide integrarse dentro de la General Watch Co., que también englobaba a firmas como Longines, Edox, Eterna, Mido y Oris, una división relojera controlada por el holding suizo ASUAG, conglomerado fundado en 1931, líder en la producción de mecanismos y elementos de relojería y dueño del mayor fabricante de movimientos (ETA, S.A.) que empieza a suministrar algunos calibres a Certina.

 En 1974, la empresa, dentro de la línea profesional de la gama de doble seguridad, presenta el DS 3 1000 metros, versión de campaña de la Marina Real Australiana durante la Guerra de Vietnam, tras ser sometido a exigentes pruebas de resistencia, y herramienta habitual de investigadores, científicos y militares durante la realización de misiones submarinas de elevada dificultad.

El reloj, un auténtico ‘tanque’ capaz de soportar las condiciones más adversas, también salió en versiones de 200, 300 y  500 metros y con mecanismos de cuarzo y, dos años después, se comercializó con el nuevo movimiento automático 919-1, el último calibre de manufactura producido por la casa.

Sustituto del legendario 25-65, iba montado sobre 25 rubíes, tenía un diámetro de 25,6 mm, estaba dotado de calendario con cambio rápido, contaba con una reserva de marcha de 44 horas y trabajaba a 28.800 alternancias por hora.

Ese mismo ejercicio apareció también la versión DS Diamaster, realizada en colaboración con Rado y acabada en carburo de tungsteno imposible de rayar en homenaje al reciente embajador de la firma, el campeón del mundo de los pesos pesados Mohamed Ali, que, un año después, participó en una expedición geográfica internacional subsahariana.

Una de las muchas colaboraciones y patrocinios deportivos que emprendería la casa, embajadora asidua de competiciones de motociclismo y automovilismo.

La exitosa gama DS, ya con un impulso menor, continúo con la serie 4, con muchas reminiscencias y guiños a la versión original, y la 5, un quinteto de modelos que, tras veinte años de existencia y con referencias digitales de pantallas de LCD en catálogo, alcanzaron, en 1979, el millón de unidades vendidas gracias a sus bondades tecnológicas, su marcada personalidad y los retoques estéticos realizados por la marca.

Los ochenta fueron tiempos de cambios empresariales, con nuevas fusiones en el horizonte para afrontar la reestructuración del sector y salvar la crisis.

En 1983, Certina se une al Grupo SMH, un gigante formado de la integración de ASUAG y SSIH, grupo constituido en 1930 tras la fusión de Omega y Tissot, primer productor relojero suizo y tercero del mundo, que englobaba a marcas históricas como Lemania.

La operación, de gran calado y trascendencia, derivó en la creación del holding ASUAG-SSIH que, dos años después, pasa a controlar el presidente de Swatch, Nicholas Hayek, quién, con la ayuda de los bancos y los inversores privados, decide fundir las tres empresas, primero bajo el paraguas de SMH y luego con el nombre de Grupo Swatch (1998), hoy en día el mayor fabricante del orbe.

En ese entorno libre ya de turbulencias, Certina afianzó su posición dentro del conglomerado y del mercado relojero de gama media, junto a Hamilton y Tissot, convirtiéndose, por derecho propio, en el icono de la división de relojes deportivos del grupo helvético, con referencias para señora y caballero líderes en su segmento como Master, First, Caimano, Stella y Prime, entre otros modelos.

Durante estos años la casa ha seguido también sacando la máxima rentabilidad al innovador concepto DS, dos siglas mágicas que se han estampado en las diversas evoluciones, reediciones y actualizaciones relacionadas con el modelo.

Dentro de este ámbito podemos citar el Cascadeur (1995), con un mecanismo que funciona con la precisión del cuarzo pero trabaja como un modelo automático, el DS PRO Digital, el DS SPEL, el DS Ultimate, el DS Podium, el DS Multi-8, el DS 3 1000M  del año 2004, restringido a 1888 piezas y con movimiento automático ETA, y el reciente DS Powermatic con 80 horas de reserva de marcha.

La empresa, que el año pasado conmemoró su 125 aniversario con la renovación de su logotipo -adoptando el caparazón de la tortuga en color verde y con la leyenda DS-y el lanzamiento del DS-1 Automatic Anniversary Edition, sigue seduciendo a los coleccionistas y aficionados a la relojería que encuentran en la marca la esencia de la mejor manufactura suiza y los ecos de un poderío que deslumbró al mundo.