Para un coleccionista manipular un objeto de más de cien años siempre supone un estímulo para profundizar en su historia y más si desconoce su función primigenia.
Indagar, averiguar e intentar esclarecer al máximo su origen y procedencia representa un reto, una afición, un aprendizaje y un vínculo con nuestro pasado más o menos cercano.
Esto sucede a menudo cuando tratamos con antigüedades científicas y ópticas, ya que, salvo que seamos especialistas y tengamos bastantes conocimientos sobre la materia, es frecuente hallar artículos esotéricos a ojos inexpertos.
Dentro de este ámbito, las piezas relacionadas con la Medicina y sus numerosas ramas ofrecen excelentes ejemplos dignos de estudio y además la búsqueda puede tener premio ya que su cotización en los mercados internacionales es elevada y las más raras y escasas alcanzan cifras de venta notables.
Hoy queremos analizar un instrumento de estas características, aunque de precio más contenido, que hace tiempo llegó a nuestras manos sin que a primera vista lográramos identificarlo a pesar de ser bastante común y comercializarse en la actualidad.
Se trata de un tonómetro, un aparato cuya creación, desarrollo y posterior producción industrial trajo consigo avances significativos en materia de oftalmología y originó el registro de diversas patentes de naturaleza técnica.
Las primeras noticias que tenemos acerca de la preocupación médica sobre los efectos adversos que para el organismo tiene la presión elevada del ojo y los primitivos métodos para medirla proceden del siglo X y se deben al cirujano árabe Al-Tabari, que la determinaba palpando sobre el párpado superior cerrado.
Cuatro centurias después, el oftalmólogo egipcio Sams-ad-Din sigue idéntico sistema y asocia la tensión del globo ocular al glaucoma que denomina ‘migraña del ojo’, pero no será hasta los inicios del siglo XIX, con el surgimiento de los tonómetros mecánicos, cuando se inicie la búsqueda de una tecnología efectiva para medirla.
Los primeros instrumentos diseñados con este fin fueron recibidos con escepticismo por los profesionales médicos ya que carecían de solvencia y efectividad por lo que la exploración táctil se mantiene como práctica habitual.
En 1860, el holandés Frans Cornelis Donders presenta el primer artefacto que estimaba la presión ocular al apoyarse sobre la esclerótica y producir una indentación en su curvatura, al que le siguió, tres años más tarde, el modelo del alemán Albretch von Graefe, responsable de los incipientes tratamientos quirúrgicos del glaucoma, mucho más aparatoso para el paciente al sustentarse sobre su frente.
Otros instrumentos representativos de la época fueron el de Lazerat (1880), que como novedad ponderaba la presión aplicando una indentación directamente sobre la córnea, y el de Adolf Weber en 1867 considerado el primer tonómetro de aplanación.
Sin embargo, todas estas nuevas soluciones continúan sin despertar el entusiasmo de los facultativos y algunos llegan a recomendar encarecidamente el uso de la palpación como sistema más conveniente, aunque la tendencia mayoritaria dentro del ramo es asumir el método de indentación corneal o escleral hasta comienzos de la pasada centuria.
El ritual tecnológico prosigue en 1885 cuando Alexei Maklakov presenta su versión del método de aplanación, pero nada cambia en realidad hasta 1905 con la llegada del tonómetro de indentación de Schiotz, el único realmente útil para la práctica diaria en la clínica oftalmológica, que en pocos años se impone sin discusión sobre las variantes precedentes.
Este aparato, el que motivó la escritura de la entrada de este mes, destaca por su simplicidad y aceptable precisión.
Su inventor, Hjalmar August Schiotz, fue un reconocido oftalmólogo nacido en 1850 en la ciudad portuaria de Stavanger, un municipio del sudoeste de Noruega dedicado a la industria conservera y el transporte marítimo.
Cursa estudios de la especialidad en Copenhage, Viena, Berlín y París y en 1877 obtiene el título de medicina para pasar a dirigir dos décadas después el departamento de ojos del hospital universitario de Oslo (Rikshospitalet) desde donde realiza importantes investigaciones y extiende el uso de la asepsia en las operaciones quirúrgicas en el país.
Su formación, sumada a sólidos conocimientos técnicos y matemáticos, le llevan a diseñar en colaboración con el francés Louis Émile Javal el oftalmómetro Javal-Schiotz, dirigido a determinar el astigmatismo corneal anterior y presentado en el congreso internacional de especialistas oculares celebrado en Milán (1880).
Un cuarto de siglo después desarrolla el tonómetro de indentación concebido en origen para luchar contra la esclerosis de los ojos y medir la presión intraocular.
El instrumento, que él mismo fabrica artesanalmente y calibra durante los primeros años de producción hasta que en la década de los veinte licencia el producto a diversas compañías como Weiss & Co. y Theodore Hamblin Ltd, tiene un fácil manejo.
El enfermo se coloca en posición horizontal mientras que el doctor, tras aplicar un analgésico ocular, coloca el pabellón del cilindro sobre la córnea del paciente, sujetando el aparato por la pieza en forma de herradura cuadrada.
Después, fija diferentes pesos, de 5,5, 7,5, 10 y 15 gramos, sobre el vástago móvil aumentando la cantidad cuanto más fuerte aprecie la tensión mediante el tacto.
Con el aparato erguido y descansando en el ojo afectado la aguja recorre un cuadrante dividido y se detiene en un punto.
Según la división de la graduación elegida, el facultativo traslada los valores a la escala y obtiene un resultado en milímetros de mercurio, considerando tensiones normales las establecidas entre 16 y 28 y altas las superiores a 40.
El tonómetro de Schiotz, aunque no arroja cifras absolutas, ofrece indicaciones mucho más precisas que las que proporciona la exploración digital y permite comparar con exactitud la tensión en el mismo enfermo, proporcionando las curvas datos útiles para determinar el pronóstico y la eficacia terapéutica.
Su éxito entre los profesionales fue notable y el aparato, mejorado en sucesivas versiones y considerado fiable y práctico, obtuvo ventas masivas y se implantó como el método más reconocido para ponderar la presión del humor acuoso hasta la década de los cincuenta, dando lugar a diversas falsificaciones e imitaciones.
Habrá que esperar al tonómetro de aplanación de Hans Goldmann (1954), quién resuelve el problema de la rigidez escleral y el volumen de desplazamiento que provoca el aparato del noruego y que influye en la medición de la presión del ojo, para que el invento de Schiotz quede desplazado y obsoleto.
Sin embargo, su uso se mantiene con altibajos hasta los años ochenta y todavía hoy, cuando su presencia resulta residual en los países desarrollados, se fabrica y emplea en otras partes del mundo.
El modelo que nosotros os presentamos se suministra con el estuche de madera original, con recubrimiento exterior de papel grisáceo, interior granate con departamento lateral para la escala graduada y cierre plateado.
El instrumento viene realizado en acero / metal plateado, con detalle de pasta blanca en el cuadrante, e incluye el vástago / soporte móvil y cuatro pesas.
Mide 13,2 centímetros de alto por 4,5 de ancho y pesa 183 gramos.
Funciona correctamente y se encuentra en buen estado de conservación. La escala que lo acompaña, firmada por R. Wurach, nos aventura a fecharlo en torno a 1910.
Este prestigioso fabricante alemán de aparatos e instrumentos científicos, médicos, técnicos y oftalmológicos operaba en Berlín en los primeros años del siglo pasado y su firma aparece en objetos muy diversos como jeringuillas de cristal, estereoscopios y material quirúrgico.
Esperamos que este recorrido por la prehistoria de la oftalmología y el instrumental antiguo os haya entretenido.