Mundialmente famosa por la calidad de sus manufacturas relojeras, La Chaux-de-Fonds es una pequeña localidad suiza situada en el Cantón de Neuchâtel, en un alto valle de la cadena montañosa del Jura cerca de la frontera con Francia.
Cuna de varios de los fabricantes más reconocidos del mundo (Cyma, Girard Perregaux, Breitling, Vulcain…) fue el lugar escogido, a finales del siglo XIX, por el relojero Arthur Graizely, originario de La Ferrière, y su socio Otto Schild, oriundo de la ciudad de Grenchen, para poner en marcha la empresa Graizely & Co.
La sociedad nace con la intención de comercializar un reloj de pulsera de ocho días cuerda, antecedente de las unidades automáticas, denominado Hebdomas, una palabra que procede de los términos Hebdomandaire y Eddomadario y que entronca con las fiestas de Ebdomee que algunas ciudades griegas celebraban, el séptimo día del mes, para conmemorar el nacimiento de Apolo u honrar a Dionisio.
La innovadora tecnología, un reto largamente perseguido por muchos inventores, permitía que el propietario sólo tuviera que darle cuerda una vez a la semana, algo revolucionario en esa época por la comodidad que representaba para el usuario.
La idea enlazaba con las investigaciones iniciadas en el siglo XVII por Nicolas Griberin y Abbe Joan de Hautefeville y continuadas, durante el XIX, con los trabajos de Boyer, el francés Gontard, el inglés Robert West Wood y el estadounidense Aaron L. Dennison.
A finales de la centuria, existían todavía grandes diferencias de autonomía entre los relojes de sobremesa y los de pulsera y se implementaron diversas soluciones para salvar esa distancia -algo complicado debido a las limitaciones de tamaño y a las funciones a incorporar-sin lograr avances significativos.
El alma de la unidad helvética no había sido concebida por los empresarios sino comprada por Graizely a su creador -Iréné Aubry de Saignelégier que en noviembre de 1888 había solicitado una patente en el cantón del Jura tras desarrollar un mecanismo único dotado de volante vista-y mejorada posteriormente en aras a facilitar su producción en serie.
Aunque la idea inicial del relojero fue crear un movimiento de quince días cuerda finalmente diversas complicaciones le hicieron desistir y se decantó por una maquinaria remontoir sobre seis rubíes, más fiable y segura, con escape de áncora y espiral Breguet, y una autonomía de funcionamiento de ocho días.
Presentaba un barrilete intercambiable de gran tamaño que cubría la parte posterior del calibre -un dispositivo motor con una caja cilíndrica de dos piezas cerrada por un disco dentado que alojaba en su interior el muelle-y podía trabajar con el sistema de corona extraíble o con la ayuda de la pestaña lateral que montaban algunos modelos.
La patente, modificada en enero de 1889, se le concede a Iréné ese mismo año y la totalidad de los derechos de diseño y producción son adquiridos por la nueva compañía, el 24 de marzo de 1892.
Era el final de un largo camino para Graizely, quien desde el principio-primero con su hermano (Graizely Frères, 1888), luego solo (Arthur Graizely, 1891) y después en asociación con Schild (Graizely & Cie, 1900-1904), monta estructuras corporativas para comenzar la fabricación de los relojes, cuya marca finalmente registra en 1906.
De acuerdo con los gustos imperantes, los primeros modelos que salen al mercado son los de bolsillo pero, pronto, la dirección, con capital disponible y planes ambiciosos, enriquece la gama e incorpora relojes de carruaje, de pulsera -la idea inicial de los fundadores que la falta de uso social retrasa unos años-, de viaje, de sobremesa, cronógrafos y unidades con calendario.
Se caracterizaban por la alta calidad y el excelente nivel de acabado. Trabajadores cualificados se encargaban de realizar, uno a uno y manualmente, los componentes de las unidades que se calibraban y revisaban minuciosamente antes de montarse en los relojes que salían de la factoría con destino a los comercios más selectos, donde se vendían a precios elevados para la época.
Sus rasgos distintivos eran la esfera abierta con parte del mecanismo visible, los atrayentes diales de porcelana -con números arábigos y romanos esmaltados a color, doble escala horaria (12/ 24 horas), agujas en acero azulado y filigranas de motivos florales y vegetales en oro y plata-el barrilete de latón grabado con los galardones y las especificaciones técnicas, el puente ornamentado con volutas y la raqueta para regular la marcha con las iniciales grabadas, entre otros detalles relevantes.
Entre los de bolsillo había de tipo saboneta -más raros e inusuales-y lepine -los habituales-y se presentaban con cajas circulares y, en ocasiones, cuadradas.
Aparecen rematados en metal -pavonado, chapado, niquelado y cromado-y también en alpaca, plata de ley, vermeil e incluso oro macizo de 14K.
Casi siempre carecen de segundero, al ir la apertura del dial ubicada en la zona tradicional para colocarlo, pero algunas unidades, las menos, vienen con esferas normales y con el correspondiente indicador a la altura de la seis.
Igualmente, existen modelos, poco frecuentes, equipados con subesferas auxiliares, situadas a ambos lados y debajo de la central, para indicar el día de la semana y la fecha del mes y hay referencias con diales de colores y cajas embellecidas con acanalados / ondulaciones o decoradas con cincelados, escudos, guilloché y motivos en relieve.
Con calibres de 38,3 y 42,8 mm y tamaños que llegan a los cinco centímetros de diámetro, llevaban corona estriada y anilla de suspensión a las doce y su éxito fue inmediato pese a que durante esos años otras manufacturas suizas hacían unidades con movimientos equivalentes.
Entre ellas Achille Hirsch, Gindrat-Delachaux, los hermanos Jerger -todos competidores de Hebdomas en la Exposición Universal de París-o la propia Aubry que realizaba también modelos de quince y treinta días cuerda.
El buen hacer de la firma le granjea muchos seguidores y los premios y galardones se suceden en las distintas ferias y certámenes internacionales a los que acude.
La casa, posicionada en el mercado de gama alta, obtiene reconocimientos y medallas de oro nada más empezar su andadura, en las ciudades de Chicago (1893), Ginebra (1896) y París (1900), y después, tras algunas temporadas en el sector, en Milán (1906), Bruselas (1910) y Berna (1914).
Sin embargo, la dimensión pública alcanzada por la compañía no evita las disputas entre los socios que finalmente, en ese año, rompen su colaboración, pasando la fábrica y sus licencias a manos de Schild que la renombra (Schild & Cie – Schild Company) y traslada las instalaciones a un emplazamiento en la Rue du Parc, dirección donde permanecen y desde la que lanza también las enseñas Orator, Octava y Reform.
El nuevo propietario de Hebdomas da preferencia y potencia las series de pulsera, con modelos de acero de diales abiertos por un lateral y movimientos vista de 25 mm sobre siete y quince rubíes.
La mayor producción de unidades de este tipo por parte de la casa helvética , hoy en día escasas y bastante apreciadas por los coleccionistas, se concentra en el periodo comprendido entre 1913 y 1920 cuando diseña uno de sus modelos más famosos.
Se trata del creado, durante la Primera Guerra Mundial y dentro de su gama militar, para los oficiales que servían en las trincheras en plata de ley. Equipado con una esfera lisa con grandes números arábigos y segundero a las seis, montaba una reja calada desmontable para proteger el dial de la metralla y presentaba fondo con bisagra.
Ejemplos de relojes de la firma, tanto de pulsera como de bolsillo, pueden verse en algunas escenas de la película australiana Gallipoli dedicada a la famosa batalla que tuvo lugar en la península turca durante el conflicto bélico.
En esos años, la casa, que a principios de la segunda década del siglo XX empleaba a un millar de trabajadores y fabricaba alrededor de mil relojes diarios, presenta también referencias con alarma y gran variedad de formas y diseños, además de crear diversas submarcas y comercializar -en 1929 Schild registra la enseña a su nombre-licencias de patente para vender relojes con su famoso mecanismo de ocho días cuerda.
Así, es posible encontrar referencias bajo la denominación Arnex Time Company, La Loge, Otis, Exhibition, Amida, Hesperus, 8 Tage, Fix Watch, Superior Quality 8 days o Hebdomas Patent, unidades sin firmar de estética y tecnología equivalente de factura suiza, francesa e inglesa y modelos más modernos de marcas como Margi y Perseo.
El progreso del sector, con el abaratamiento y generalización de los movimientos automáticos, desplaza el negocio tradicional de la manufactura que a mediados de los cuarenta se centra fundamentalmente en su marca Orator, una enseña de relojes de pulsera que fabrica interesantes cronógrafos, unidades de acero y modelos con complicaciones durante las tres décadas siguientes en línea con los gustos del mercado.
En 1979 la crisis del cuarzo golpea a la casa helvética que se declara en bancarrota para entrar en un proceso que culmina con la integración, en los años ochenta, de la sociedad Schild SA y sus diferentes firmas en el grupo FIBEG SA establecido en Biel.
La producción se mantiene hasta finales de los noventa cuando la disolución del conglomerado la hace reinventarse y lanza una línea de moda concebida en Italia y producida en Japón, más asequible y actual, bajo el nombre Heb Milano, de la que se han sacado diversas colecciones en materiales duraderos y económicos como el policarbonato, un plástico de gran resistencia.
Hoy en día, Hebdomas conserva gran parte de su prestigio internacional y realiza cuidadas ediciones en materiales nobles de modelos de pulsera y bolsillo enmarcados dentro de la serie alta y dirigidos al mercado coleccionista.
Además de actualizaciones de su reconocido movimiento de ocho días, la gama de la marca incluye otras creaciones notables como la línea Baladin, creada en colaboración con el maestro relojero Vincent Calabrese, la serie militar y de horas saltantes, los bellos modelos esqueleto y con fases de Luna, los exclusivos cronógrafos con calibres Valjoux y las unidades de mujer en plata y oro blanco con brillantes.
Piezas que denotan que la casa de La Chaux-de-Fonds, superado recientemente su 125 aniversario, respira buena salud y es capaz de mantener su posición dentro del selecto grupo de firmas relojeras históricas apreciadas en todo el mundo.