Entre finales del siglo XIX y principios de la pasada centuria Alemania se convirtió en la nación industrial más poderosa de Europa, desplazando al Reino Unido en muchos sectores y ocupando la segunda posición, tras Estados Unidos, entre los principales exportadores mundiales.
El imperio germano, bajo el liderazgo del emperador Guillermo I y el canciller Bismarck, se transmutó en una potencia económica de primer orden, asentada en el poderío de su ingeniería y de sus corporaciones metalúrgicas, textiles y químicas.
Tras posicionarse entre los primeros productores de carbón y acero del orbe -la gasolina de la industria decimonónica-y lograr que la venta al exterior de manufacturas y maquinaria alcanzara niveles insospechados, el país vivía una frenética actividad empresarial, con compañías dinámicas y flexibles que destacaban por su gran capacidad de adaptación al mercado y por su riqueza en materia de patentes, capital humano, tecnología e innovación.
En este boyante contexto social, político y económico, nace en Dresde, actual capital del estado de Sajonia, la sociedad de la que nos vamos a ocupar en el post de este mes.
La compañía fue fundada en 1868 por Karl Robert Bruno Naumann, un joven ingeniero que viajaba por toda Alemania arreglando máquinas y aprendiendo en el camino con relojeros y especialistas de diversa índole.
Inicialmente, como era usual, se centró en reparaciones mecánicas y pequeña manufactura, pero observó negocio en el próspero sector de las bicicletas y las máquinas de coser y tras encontrar, un año después, un socio capitalista, Emil Seidel, cambió, en 1870, el nombre de la empresa por Seidel & Naumann.
La aventura comienza replicando, bajo licencia, los mecanismos estadounidenses y los diseños de casas famosas como Howe, Singer y Grover & Baker y aunque las ventas acompañan las relaciones entre los propietarios empeoran y Seidel abandona la sociedad seis años después de su llegada.
Sin embargo, Karl, deseoso de parecerse a Singer aunque fuese en la S de su logotipo e impulsado por motivos prácticos ya que no tenía sentido deshacerse de los moldes de las piezas y cambiar toda la rotulación y la publicidad, decide comprarle los derechos de uso del nombre a su antiguo compañero y mantener la denominación comercial sin cambios.
En 1883, la sociedad se traslada a un nuevo emplazamiento en Hamburg Street donde inaugura una moderna factoría de grandes dimensiones, abierta día y noche y dotada del último equipamiento industrial.
A finales de la centuria Seidel & Naumann es uno de los mayores fabricantes de máquinas de coser del país, con modelos equivalentes a los de las casas más reputadas y algunas creaciones propias que aúnan diseño y fiabilidad.
Con una plantilla cercana a las 1.800 personas, tenía una gama de unos cien modelos y comercializaba en torno a 100.000 unidades anuales, además de unas 40.000 bicicletas, que se vendían en todo el mundo, sobre todo en el mercado británico donde contaba con representantes tanto en los grandes almacenes como en las tiendas minoristas.
Con la llegada del siglo XX, la compañía ve conveniente diversificar sus actividades e invertir en nuevos productos que fortalezcan su competitividad nacional e internacional, incluyendo automóviles y máquinas de escribir.
Su catálogo englobaba artículos muy diversos desde velocímetros, motores, máquinas para ciegos y aparatos de contabilidad hasta motocicletas, calculadoras, mecanismos ópticos e instrumentos mecánicos y musicales.
La muerte del fundador en 1903 paraliza la entrada en el sector de la automoción y otros planes visionarios pero la actividad general no frena y la empresa crece hasta ocupar el primer lugar entre las factorías germanas, aumentando su plantilla en un 40% y creando un plan de prestaciones sociales para sus trabajadores.
Un poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial la sociedad rondaba los tres millones de máquinas de coser vendidas pero el mercado daba muestras de agotamiento y su apuesta por las unidades de escribir empieza a dejarle buenos réditos hasta el punto de que en pocos años aportarán tantos ingresos como las de coser y las bicicletas juntas.
Tras el conflicto, la casa alemana se centra en el mercado autóctono por la caída de las exportaciones y aprovecha para desarrollar nuevos modelos y expandir la reciente rama del negocio, además de seguir buscando oportunidades futuras.
Las primeras máquinas de escribir se presentan a principios de la pasada centuria y obtienen una excelente acogida gracias a su elevada calidad, su cuidada apariencia y su funcionamiento preciso y sencillo.
En 1900-1903 sale la referencia estándar de sobremesa, Ideal, una bella y elegante unidad de hierro fundido pavonado en negro con teclado de cuatro filas y paneles laterales calados, adornados con volutas y grabados con el nombre de la casa.
Luce detalles y espirales decorativas en dorado y también líneas de color en los bordes.
La colección, que evolucionará hasta sumar varias versiones diferentes (A -series del 1 al 4-, B, C y D -series DZ1, DZ2, DZ3 y DZ33 en 1945), se completa siete años después con la aparición del segundo modelo, la revolucionaria Erika Nº1.
Llamada así por el nombre de la nieta del propietario, está considerada la primera máquina de escribir plegable comercializada en el mundo.
Dos años más tarde surgió la Corona estadounidense, famosa gracias a los periodistas y corresponsales de guerra que la empleaban por su solvencia y versatilidad, y a mediados de la década de los veinte otra compañía de Dresde, Clemens Muller AF, fabricó una referencia muy similar a ambas denominada Perkeo.
De hecho, hay rumores de pleitos y acuerdos económicos por temas de patentes pero lo cierto es que las tres siglas compitieron en el mismo mercado con un producto casi equivalente salvando algunos detalles de diseño.
Se trata de un modelo portátil, compacto, pequeño y ligero, que habilita mover el carro hacia delante para guardarlo.
En 1910-11 se optimiza, sin cambios reseñables, con las series Nº 2 y 3, la misma que presentamos en estas líneas con las siglas Bijou y que se manufacturó durante 16 ejercicios, y después la empresa lanzará, a lo largo de los años veinte, el modelo 4 y el 5, el primero en crearse con cuatro filas de teclas.
En la década posterior llegarán el Nº 6, la segunda versión del 5, el S de 43 teclas y el M con dispositivo de cursiva.
La marca Erika crece con dos enseñas complementarias que siguen idénticos parámetros de concepción y diseño y que fueron creadas ex profeso para la exportación, la citada Bijou, empleada principalmente en el mercado británico y también en Finlandia y la India, y Gloria creada para los territorios francoparlantes y otros países.
La serie 3 es una maravilla de ingeniería de la época realizada en hierro fundido, acero y metal plateado y embellecida con un lacado en color negro brillante, con el nombre de la enseña en el frontal y las iniciales de los fundadores grabadas en las placas laterales que protegen las varillas de las letras.
Se suministra con un maletín de madera recubierto de papel marrón, con asa de cuero y cerradura, argollas y pestillos metálicos y un espacio interior para guardar documentos, que resulta muy práctico para los desplazamientos y para fomentar el uso del producto en cualquier lugar y situación.
Monta la cinta en dos apoyos elevados en los extremos del cuerpo, dispone de cuatro soportes de goma en la base para garantizar la estabilidad, se pliega con un simple gesto y el carro se desplaza a voluntad.
Mide cerrada 27 centímetros de largo por 21 de ancho -24 abierta-y 12 de altura -16 desplegada-y tiene un peso, sin estuche, de unos cuatro kilogramos.
La máquina incluye un librito con las instrucciones de uso de la Erika Nº3, idénticas a este primer modelo de Bijou, y luce un sello de la casa Reliance House, probablemente el importador inglés que tenía los derechos de distribución en Gran Bretaña y sus colonias.
A simple vista transmite la excelencia de su manufactura y tras un siglo permanece casi inalterable, sin desgastes ni señales apreciables, a pesar de haber experimentado todo tipo de cambios y singladuras.
El producto gustó tanto a los consumidores que la compañía diseñó, con la colaboración de Oscar Picht, el inventor de la primera máquina Braille funcional para invidentes, una unidad para personas ciegas (Erika Picht) en años posteriores.
La enseña Bijou, operativa desde 1911, saca a finales de los años treinta el modelo M mientras que Erika continúa con la mejora del modelo plegable.
En esa época, Seidel & Naumann cierra su división de bicicletas Germania y de máquinas de coser para focalizar sus esfuerzos en la rentable venta de dispositivos mecánicos de escritura aunque seguirá suministrando unidades a algunos mayoristas y al ejército alemán, que adquiere bastante equipamiento para los soldados y el cuerpo de intendencia.
La guerra altera radicalmente los planes de la empresa que sufre la destrucción de su planta tras los bombardeos de la ciudad de Dresde y queda en territorio controlado por la URSS, la nueva República Democrática Alemana (RDA).
A duras trabas y ayudada por la buena consideración que tenían sus productos en el nuevo estado, reanuda la producción de sus viejos modelos hasta el año 1949 cuando los dirigentes comunistas nacionalizan la compañía y la renombran Seidel & Naumann VEB Dresden para fusionarla un lustro después con Clemens Muller AF.
En esa coyuntura aparece la Erika 8 y en los cincuenta la 9, la 10, que incluía tabulador, y la 11, que sustituye a las dos primeras. A finales de esa década desaparecen los motivos estampados y las teclas de vidrio se sustituyen por unidades de plástico.
En los sesenta surgen la 12, la 20, la 14 /15, que empleaba plástico para rematar la carcasa, la 30 / 40 y algún modelo de Bijou y otras enseñas destinadas al exterior como Irene Super, Aztec, Eureka, Oriental o Continental.
Finalmente, las tres últimas décadas, hasta su desaparición a principios de los noventa, lanza el Erika 50 / 60 y el 34 / 44, entre otras series.
Marca de larga historia que sobrevivió a dos conflictos mundiales y un cambio de régimen político para morir con la llegada de la democracia y la desaparición de la URSS.