El juguete japonés de lata: algo más que robots

 Los primeros indicios de manufactura de juguetes de hojalata en Japón se remontan a las últimas décadas del siglo XIX bajo el reinado del emperador Meiji.

Estas primeras unidades se inspiraban sin pudor en las piezas importadas que firmaban las mejores casas alemanas de la época y comparativamente resultaban toscas y rudimentarias, debido a su carácter artesanal, al menor conocimiento técnico, y al empleo de materiales reciclados.

Con el paso de los años, la industria oriental supo sacar partido de su rica tradición artística en el esmaltado y el trabajo con metales para desarrollar su propia tecnología de impresión y modelado lo que, unido a la adquisición de mecanismos foráneos de cuerda, elevó notablemente la calidad de sus artículos.

En torno a los años veinte algunas firmas japonesas comenzaron a labrarse una reputación en los mercados internacionales gracias a la bondad de los acabados de sus piezas y a la riqueza y el cuidado por los detalles característico de la minuciosidad y tenacidad nipona.

La primera oportunidad de reafirmar esa incipiente posición industrial llegó tras el final de la Primera Guerra Mundial y la consiguiente escasez experimentada por el primer centro productor del orbe, la derrotada ciudad de Nuremberg.

Los talleres asiáticos intentaron ocupar ese vacío con sus catálogos pero con la rápida recuperación de las factorías germanas su juguete, con mucha presencia de mecanismos de fricción, volvió a quedar relegado frente a los alemanes o americanos, innovadores y con un nivel superior de excelencia y conocimiento mecánico.

La situación evolucionará de manera diferente a mediados de los cuarenta cuando una serie de circunstancias (destrucción de las infraestructuras, producción limitada, escasez de materias primas, cambios de mercado…) hacen inviable el regreso del estatus quo y el tradicional foco industrial de Centroeuropa debe ceder el testigo al pujante poder oriental.

Japón, vencido y afectado igualmente por el conflicto bélico, se beneficia de la tutela estadounidense y bajo su paraguas económico el sector juguetero reconstruye su actividad.

Apoyado en sus bajos costes laborales se lanza al dominio del mercado global con productos de consumo masivo, vistosos, ligeros, y de coste contenido.

Son años en los que en el país y dentro del sector conviven desde productores locales y empresas autóctonas con entidad para comercializar sus artículos hasta compañías de capital mixto, distribuidores que venden en el exterior el trabajo de pequeños fabricantes, y sociedades nacidas al amparo de la deslocalización que facturan miles de piezas hechas en Japón pero lanzadas al mercado bajo el sello de casas comerciales occidentales.

Esta apuesta por producir juguetes, de cuerda o fricción, llamativos, atractivos y de rápida renovación a precios bajos y con una calidad aceptable se demostró exitosa y acorde a las demandas del momento y colocó a Japón en la cima del sector juguetero mundial desde finales de la década de los cuarenta hasta entrados los años sesenta.

Unidades de colores intensos que ya no se limitan a plasmar las tendencias del exterior sino que también aportan un estilo propio y singular que en muchas piezas, sobre todo en las de gama alta, alcanza un notable grado de imaginación y sofisticación.

Una creatividad que acompañarán de una revolución en el corazón del juguete de lata, con la sustitución de los habituales mecanismos de cuerda por los nuevos movimientos eléctricos, y con otras innovaciones reseñables como la introducción del control remoto.

Alimentados a base de pilas y batería pero vestidos con la piel de lata que ya lucían sus ancestros, los modernos juguetes de metal, más acordes con los nuevos tiempos, ofrecían inmensas posibilidades de entretenimiento a los niños gracias a la generalización del movimiento, a los vibrantes sonidos que emitían, y a sus brillantes luces de colores que rápidamente despertaban el inconsciente de los pequeños.

Otro de los aciertos más sobresalientes de la industria japonesa fue elegir construir sus creaciones sobre motivos globales, seductores en cualquier parte del mundo, como los referidos a la conquista del espacio, los viajes estelares y la exploración de otros planetas, o su fascinación por la robótica, una temática local que el tiempo ha convertido en universal.

Naves espaciales que giran sobre sí mismas, cohetes que despegan en busca de mundos ignotos, complejos robots de variadas formas, fascinantes aviones a reacción… piezas de bella factura que se inspiran en la exploración y los avances humanos y, en ocasiones, van más allá y reflejan el futuro próximo y lejano.

Junto a estas unidades, existen juguetes de corte tradicional como las réplicas, en miniatura o gran escala, de los coches clásicos de la automoción estadounidense creados por los gigantes de Detroit y, en menor medida, de modelos europeos de prestigio, muy buscadas por los aficionados internacionales.

Vehículos de Cadillac, Chevrolet, Buick, Packard, Ford, Chrysler, Pontiac y Oldsmobiles, de diseños extravagantes y atractivos cromados, y también coches de policía, limusinas, automóviles de competición y prototipos de exhibición.

Igualmente, en el amplio catálogo de la industria japonesa de esos años, con multitud de referencias para todos los bolsillos y gustos desde una simple mariquita de lata hasta seductores helicópteros, hay lugar para creaciones muy variadas de marcas de difícil pronunciación como Alps, Horikawa, Bandai, Daiya, Marusan o Yonezawa.

Animales, motos, autobuses, piezas que reflejan la actualidad del mundo del comic y el cine, graciosos diseños sobre los deportes más populares, sencillas unidades de iconografía fantástica y, por encima de todo, los emblemáticos androides, reconocidos en todo el mundo como símbolo de la industria juguetera del país del sol naciente y tan populares que, a veces, eclipsan al resto.

Un mundo de emociones que, en lo que respecta a la hojalata, desapareció llegados los sesenta cuando la mejora de las técnicas de fundición, el avance imparable del plástico y sus derivados, la obsesión por reducir costos, y la creciente preocupación por la seguridad infantil convirtieron a la lata en un material obsoleto y poco apropiado para la fabricación de juguetes y lo relegaron a las vitrinas de los coleccionistas.

Podéis encontrar los vídeos de los juguetes que ilustran este post en la sección correspondiente del blog:

http://elblogdelcoleccionistaeclectico.com/?post_type=external-videos&p=2141

http://elblogdelcoleccionistaeclectico.com/?post_type=external-videos&p=2115

http://elblogdelcoleccionistaeclectico.com/?post_type=external-videos&p=2133

4 respuestas a «El juguete japonés de lata: algo más que robots»

  1. Hola. Sólo conozco que se trata de una marca de juguetes japoneses, probablemente de los años cincuenta, pero no poseo información adicional a la que aparece en la entrada. Lo siento. Gracias por tu comentario

  2. Hola, esta mañana he comprado una mariquita a fricción y pila de la marca Daiya, pero ya llevo un rato buscando en internet y algún libro que tengo de robots y juguetes japoneses y no encuentro ni una foto, ni una referencia, más que tú comentario en este bolg. ¿te suena de algo o me puedes dar alguna idea, para conocer antiguedad y valoración?
    Un saludo y gracias.

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