Nacida durante el convulso periodo de entreguerras, la empresa de Georg Köhler recoge y dignifica la herencia de las mejores manufacturas germanas del ramo.
La compañía, establecida en la histórica localidad de Nuremberg, centro neurálgico de la industria juguetera alemana, inicia su actividad en el año 1932 como una sociedad dedicada a la producción de juegos y artículos de metal.
Abre su establecimiento en una zona residencial situada en el número 8 de la calle Äubere Ziegelgasse desde donde comercializa sus primeras referencias, ranas y pájaros realizados en hojalata litografiada y animados con mecanismos de cuerda manual.
Estas unidades avanzan el gusto de la casa bávara por producir representaciones metálicas de animales, exitosas y caracterizadas por su gran realismo tanto en materia de diseño exterior como en el reflejo exacto de los movimientos y sonidos propios de cada especie.
Vienen estampadas desde los orígenes con el sello que identifica a la marca, tres iniciales enlazadas y enmarcadas dentro de un triángulo (GKN), las dos primeras alusivas al nombre del fundador y la tercera a la ciudad sede de la entidad.
El catálogo se enriquece a un ritmo de entre seis y ocho novedades anuales y aparecen nuevas figuras de patos, perros, ardillas o gatos.
Destacan por el vibrante y llamativo policromado, salvaguardado por un barnizado brillante y sedoso, y por la finura y excelencia de su manufactura, con chapa engrapada de generoso grosor, tintas de alta gama, óptimos calibrados y maquinarias de calidad.
Su atractivo despierta el interés de la juguetera de Gebrüder Bühler que negocia con Georg la compra de unidades de fricción y movimiento, una entente comercial que repetirá en los cincuenta con la alemana Strenco y el mecanismo del robot ST-1.
El futuro de la empresa, que había ganado peso y presencia en los mercados gracias a ingeniosas creaciones, se ve amenazado por el conflicto bélico mundial desencadenado por la política belicista de Hitler y por la muerte de Köhler dos años después de iniciarse las hostilidades en Europa.
La llegada del empresario e inventor Fritz Collischan, que asume la dirección y la gestión, le otorga el músculo financiero y la imaginación que requiere para superar las dificultades inherentes a la guerra, la escasez de materias primas y la posterior derrota militar.
En 1948, la enseña, que permanece dentro de la zona de ocupación estadounidense, retoma la producción y lanza nuevos personajes marcados en esta época con la leyenda adicional ‘Made U.S. Zone Germany’.
La razón es que Köhler, al igual que otras fábricas del sector que quedan bajo control americano, se beneficia de la fama mundial que tenían los juguetes alemanes, muy buscados entre los soldados aliados que los compraban como regalo para sus familias, y obtiene facilidades para relanzar la actividad, dando salida a su catálogo a través de los economatos de Eisenhower.
La siguiente década trae buenas noticias para la marca que mejora sus resultados económicos gracias a su línea de juguetes mixtos a cuerda.
Presentados en 1954, combinan la hojalata litografiada con elementos textiles (crestas, lazos…) y detalles de plástico duro, que anticipan las nuevas tendencias del sector.
De esta etapa destacan el tordo cantor, un bello y complejo juguete musical mecánico (Jubilating Singing Bird) que más tarde tendrá otras versiones, y el gato con botas, ambos metálicos, que incorporan patas, calzado y cola de este novedoso material más económico, accesible y dúctil.
Hay otros ejemplos sobresalientes como el payaso acróbata, el carro con entrenador y sombrilla tirado por un avestruz, los monos -el malabarista que se sustenta sobre una rueda y el que conduce un triciclo-, la vaca que camina, el huevo con pollo o el simpático perro que juega sin parar con una pelota.
Esta serie, con muchas referencias estampadas ya con el sello ‘Western Germany’, fruto de la constitución de la República Federal, irá derivando hacia juguetes íntegramente plásticos y así aparecerán patos, burros y todo tipo de animales de colores ejecutados primero con goma y después con polietileno.
En este sentido, el mundo del circo, que había vivido entre finales del siglo XIX y principios de la centuria pasada su edad de oro y generado toda una industria de juguetes de madera, servirá ahora de fuente de inspiración para la firma (simios, osos, payasos, gimnastas y trapecistas) y para otras jugueteras europeas.
Los catálogos incluyen contorsionistas, equilibristas, clones, magos y fieras (perros, cerdos, asnos, monos, elefantes…), que pueden aparecer junto al domador, tocando instrumentos musicales o vestidas como humanos, aunque se trata siempre de figuras individuales ya que en hojalata no se trabajan las escenas grupales.
Otra gama muy exitosa durante esos años fue la inspirada en la temática del Lejano Oeste y el western, un guiño que además de seducir a los niños servía para potenciar las exportaciones y apostar por iconos reconocibles en el mercado global.
Diligencias, indios y vaqueros a caballo que permitían recrear a los menores las exhibiciones que habían encumbrado a Buffalo Bill y las aventuras ambientadas en las áridas tierras de Arizona que les llegaban a través del cine y la televisión.
Referencias que se completaban con piezas de corte simpático (la niña con gansos, el conejito de Pascua con cesta y el infante agarrado a la cola de un toro) y con unidades más raras y singulares (el terrario con ranas o el autómata de pájaro musical con jaula).
Las creaciones de Köhler, que abarcan también ardillas, canguros, conejos y ratones, incluyen, en ocasiones, la referencia ‘Germany D.R.G.M.’ (Deutsches Reich Gebrauchmuster), siglas que aluden a la patente alemana que desde 1901 protege los derechos industriales.
Uno de los signos distintivos de la enseña es el cuidado que presta a las ilustraciones que embellecen sus sencillos estuches de cartón.
Dibujos muy atractivos que además de describir el funcionamiento del artículo son fieles al contenido del embalaje salvo pequeñas licencias en los fondos, que se enriquecen con paisajes acordes a la figura.
La llegada masiva del plástico en los sesenta, que conlleva el surgimiento de nuevas empresas y la aparición de figuras más expresivas y heterogéneas de consumo masivo gracias a sus costes contenidos, no parece afectar en principio a Köhler que a comienzos del periodo recoge cerca de 70 referencias de hojalata en su catálogo aunque los acontecimientos no tardarán en precipitarse.
En torno a 1965, un cambio en la dirección de la empresa, con un relevo generacional dentro de la familia gestora, trae consigo una apuesta más firme por el nuevo material como elemento estructural de los productos de la casa.
Sesgo arriesgado que parece de inicio acertado y exigido por los nuevos tiempos.
Un escenario dibujado sobre una creciente competencia local e internacional y por una mayor preocupación por los costes de producción, el proceso de manufactura y el precio final que se repercute al cliente que demanda además juguetes sorprendentes, baratos, dinámicos y de nueva concepción.
La casa renueva a fondo su oferta de figuras plásticas con gatos, ranas, perros, monos, ratones, payasos músicos, niños futbolistas, gallos, osos, deshollinadores, elefantes, peces, conejitos, mariquitas, pingüinos, mariposas o cacatúas alimentados con movimientos de cuerda y fricción.
Además, incorpora referencias nunca vistas como trenes, relojes musicales, ciudades del Oeste, coches de carreras, circuitos, vehículos de diversa índole, juguetes de corte espacial, juegos de bolas, carreras de caballos y pájaros cantores de pared.
En esta línea da a conocer, en la década posterior, artículos ya muy alejados de su idiosincrasia tradicional como juegos de lotería, casas de muñecas, juguetes educativos y pedagógicos y entretenimientos de puntería y tiro al blanco.
En 1973, la fábrica que la marca tiene en Böblingen, un distrito rural situado en el centro del estado federal de Baden-Wurtemberg, se ve afectada por un ataque incendiario y la producción debe detenerse dos años debido a los problemas originados en la cadena.
Köhler sobrevive algo más de dos décadas a partir de esa fecha intentando, como otras grandes jugueteras alemanas, europeas y estadounidenes, adaptarse a la nueva realidad electrónica del sector aún a riesgo de desnaturalizarse y convertirse en una empresa más, sin signos de grandeza y distinción.
Finalmente, en 1997 se ve obligada a dejar el negocio acuciada por dificultades financieras y acosada por la competencia, encabezada por Ernst Paul Lehmann que pocos ejercicios después correrá el mismo destino cuando la cuarta generación clausure la compañía.
Triste final para una juguetera de maneras clásicas sin cabida en el mundo multimedia.
Estimados señores:
Tengo el gallo metálico con cresta, pero hace muchos años perdí la llave con la que se le da cuerda. Quisiera saber si hay forma de poder conseguir una.
En espera de sus noticias y agradeciéndoles su atención se despide atentamente.
María.