Encendedor: de útil vital a icono de lujo

Encendedor de sobremesa acabado en bronce y alimentado con gasolina

El descubrimiento del fuego representa un momento trascendental en la historia de la humanidad que abre un abanico de inmensas posibilidades futuras para la especie.

No existen certezas concretas sobre cómo y cuándo acontenció este hecho accidental, pero se sabe que el homo erectus conocía su uso y lo obtenía de fuentes naturales.

Los inventos y artilugios destinados, primero, a conservarlo y transportarlo para, después, prenderlo a voluntad se han sucedido a lo largo de la historia hasta alcanzar sus máximas cotas con la creación y comercialización del encendedor moderno.

Para llegar a este punto debemos remontarnos a los antecedentes primigenios de los encendedores de bolsillo y sobremesa.

En los orígenes, el mejor mechero era el diseñado por los llamados guardianes del fuego.

Estos personajes cuidaban de la llama que las tribus extraían de los rayos e incendios y la salvaguardaban en campanas con pieles, cuernos y recipientes agujereados de piedra o bambú que rellenaban con brasas.

Producir el fuego, un fenómeno que pronto adquirió connotaciones sagradas, en cualquier momento y condición ya exigió más ensayos pero el extraordinario legado bien lo merecía.

Un conocimiento sin parangón que permitiría expandir los límites de los pueblos hacia climas más inhóspitos, cocinar alimentos, defenderse de los animales, tener luz y energía, concebir herramientas, optimizar las técnicas de cultivo e idear aplicaciones decisivas para cimentar su bienestar.

Camisa de plata en encendedor antiguo

Los métodos iniciales para generar llamas se basan en golpear piedras de sílex u obsidiana (pedernal) y obtener chispas o en crear calor por la fricción de un palo en punta y una madera blanda para originar una combustión con la ayuda de la yesca  / amadou (hojas secas, musgo, paja, algodón, estiércol, hongos yesqueros, pelo…).

Los habitantes del norte de Europa se decantan, sin embargo, por un utensilio con una cuerda que frotan sobre un surco horadado en un tronco y los griegos sacan partido de los rayos del Sol que, con ayuda de lupas y lentes, focalizan en un punto para prender un material.

Helenos y romanos manipulan las piedras de fuego a la manera de nuestros encendedores y generalizan el uso de este método que se sigue empleando en los siglos venideros

La pirita de hierro se tallaba en forma de cabeza de carnero y con motivos decorativos como las armas de la familia y, al frotarla con sílice, desprendía partículas en fusión que caían sobre la mecha y causaban la ignición.

Hubo que esperar a la adopción del acero, que habilitaba más y mayores chispas, al descubrimiento de la pólvora en torno al siglo IX y al desarrollo militar de la Edad Media para seguir avanzando en esta curiosa historia.

Sistema de martillo de principios del siglo XX

La industria bélica, que necesita mejorar la ignición (sílice y acero) para disparar sus proyectiles, acomete investigaciones a partir del año 1490 que luego serán de utilidad para manufacturar rudimentarios mecheros antiguos.

Las primeras armas de fuego perfeccionan el principio de frotación y producen una chispa que, al contactar con la pólvora, ceba la llama.

De estos modelos estropeados nacen los instrumentos mecánicos arcaicos más cercanos a los encendedores, a decir de historiadores y coleccionistas, pistolas rotas adaptadas que sustituyen el cañón por un depósito de yesca.

Esta opción se plasma, desde principios del XVII, en la extensa oferta de bolsas de cuero para el cinturón, cofres y cajas de amadou, fabricadas en hojalata y de tamaños y decoraciones diversas.

Estos recipientes incluían un eslabón de acero, una piedra de fuego y un combustible y la moda en este ámbito pervive hasta época decimonónica, según cuenta José Pérez Richarte en su libro ‘El cuarto elemento: <<elfuego>>. Historia de los Encendedores‘.

Un equivalente de las cajas de amadou con el eslabón, la piedra y un combustible

Existe una variante tibetana que se diferencia de las europeas en su mayor riqueza ornamental y en que la piedra y el eslabón están ligados por una cadena y alternativas más originales como la inventada por los japoneses que, ante la imposibilidad de portar objetos debido al kimono, crean el netsuké para complacer a los fumadores del XIX.

Con su conocida habilidad para la miniatura y la belleza, integran en este complemento los tres elementos clave para hacer fuego, un saquito atado a un botón con agujeros esculpido en madera de avellano, lacada o pintada, y también en marfil y fijado al traje mediante una cuerda.

Ejemplos de diseños tempranos que anticipaban el cambio de paradigma del incipiente encendedor, de útil vital a icono de lujo, moda y estilo.

Para ello era necesario dar con un nuevo mecanismo de ignición, ya que el filtro cosmético de las cajas y el estilismo más refinado de sus componentes (existían eslabones muy atractivos y complejos, articulados e incluso multifuncionales) no maquillaba que tras el acero, la yesca y el sílice había un abismo tecnológico que ni la misma Revolución Industrial parecía poder salvar.

Ejemplo de encendedor realizado durante la guerra

Los experimentos basados en el conocido principio de fricción arrojaban resultados desalentadores y las pruebas con los encendedores rotativos o de cremallera se descartan por cuestiones de costes y tamaño excesivo.

Una ligera variante son las cajas redondas inglesas del XVIII que cambian el sílex por un cristal reflectante que prendía la yesca por efecto lupa a la manera griega. Eran instrumentos costosos y poco prácticos para el nuboso y lluvioso clima británico y su tirada fue muy reducida.

En 1770 los hermanos parisinos Dumontier recogen planteamientos asiáticos para dar forma a un pequeño encendedor neumático a pistón, parecido a una bomba de bicicleta y basado en el principio de que el aire comprimido violentamente produce suficiente calor para generar la combustión del amadou.

Años después, en 1823, ve la luz el primer encendedor químico perfeccionado para uso doméstico con el lanzamiento de una unidad de sobremesa a base de hidrógeno y con una esponja de platino como catalizador.

Desarrollada por el alemán Johan Wolgang Döbereiner, estuvo en el mercado cerca de cincuenta años y tuvo una vida comercial larga y exitosa.

Esquema del encendedor químico ideado por Döbereiner

Estas referencias, que inicialmente se hacen en vidrio para poder observar la reacción química, fueron adquiridas por fumadores adinerados y de clase alta pero finalmente se descartaron no por caras, que lo eran y mucho, sino por inseguras e inestables ya que podían provocar explosiones.

Sería otro producto fruto de la química -los fósforos y las cerillas que cumplen el reto humano de dominar el fuego-los que, junto a la popularización del tabaco y el auge del petróleo, sientan hace dos centurias las bases sobre las que edificar la era dorada de los mecheros antiguos.

El vicio de fumar entre los europeos comienza a raíz de los primeros contactos con los pueblos que habitan la América  de Colón y el uso del tabaco (rapé, pipa, cigarros…) se extiende entre la nobleza occidental aunque con la moda de los cigarrillos, su aceptación social y el impulso a su producción mecanizada, el hábito del humo alcanza a todos los estratos.

Encendedor de escritorio y despacho

El auge de la industria tabaquera ejerce un efecto arrastre y estimula la imaginación en aras de servir al fumador un artículo de ignición rápido, cómodo, bonito y fiable.

El fósforo, fuego frío o portador de luz, requirió años de estudio antes de poder crear una cerilla segura y hasta 1830 no surge la cabeza mezclada con azufre que da lugar a la combustión al rozar contra un papel de lija.

Las primeras unidades montaban hilos de algodón en el vástago en lugar de madera y requerían impregnar el compuesto en una superficie amplia . Hay que esperar a finales de la década de los cincuenta para comprar los fósforos rojos de seguridad, que se vendían a domicilio.

Cerillera de plata
Rascador de cerillera

La llegada del oro negro y la explotación de la gasolina rompe, por fin, con la arquitectura tradicional de los encendedores y proporciona el combustible ideal para el mecanismo fulminante de la chispa.

Pese a todo, hay que citar aún otras experiencias para avanzar en esta materia como los mecheros eléctricos, que durante un tiempo conquistaron los entornos domésticos con modelos de pared conectados a la corriente central o equipados con enchufes.

Usaban electricidad para prender gasolina o poner al rojo un filamento para encender cigarros y pipas.

Dentro de este campo, el físico galo Gustave Plante diseñó en 1860 una unidad de cierto éxito, el Saturno, y otros inventores buscaron otras alternativas como el fulminato de mercurio para cebar la combustión, las ruedas de esmeril, la pirita o el empleo de cebos de percusión que al explotar encendían una mecha empapada en gasolina.

Encendedor Fumalux

También se contemplaron, ya a principios del pasado siglo, encendedores a pilas pero estas intentonas no cristalizarían hasta los años cincuenta con el modelo Fumalux, un encendedor de filamento que se ponía incandescente gracias a la electricidad y podía competir con los diseños imperantes.

Igualmente, gozó de cierto predicamento el uso del metanol o alcohol metílico en sustitución de la gasolina.

Si combinabas este líquido con hilos de platino se producía una combustión espontánea al abrir el mechero y la unidad no requería mecanismo de ignición.

Producirlo resultaba muy económico -se registraron hasta cuarenta patentes en los primeros años-y durante el segundo lustro de la pasada centuria estos encendedores se impusieron entre los fumadores.

El modelo Airflam empleaba metanol

Sin embargo, su uso se deshecharía finalmente por su elevada toxicidad y la dificultad de controlar la combustión de la llama aunque, ya en la década de los cincuenta, un modelo equipado con este mecanismo (Airflam) ganara la medalla de oro en la feria internacional de Luxemburgo.

La piedra y la rueda

La piedra fue el elemento que habilitó un cambio de concepto y un salto evolutivo en los encendedores antiguos de gasolina.

La aportación llegó de un científico austriaco que investigaba las tierras raras, Carl Auer Von Welsbach. La nueva aleación metálica, el ferrocerio, fue patentada en 1905 y los cilindros de pocos milímetros de longitud marcarían un antes y un después en la industria.

La versión inicial del mechero moderno era de frotación y las piedras, grandes y rectangulares, iban colocadas al lado del cuerpo mientras que en el interior acogía el algodón impregnado de gasolina y la varilla de acero que contenía una mecha.

Cuando ésta se friccionaba con el ferrocerio se liberaban chispas y tenía lugar la combustión. Después, el pábilo se sustituyó por la rueda granulada o dentada que se encarga de frotar la piedra y generar la ignición.

Detalle de relieve
Figura de dragón
Decoración lineal

 

 

 

 

La trilogía se había roto en favor de la piedra, la rueda y la gasolina

Una tecnología , la combinación de piedra cilíndrica con resorte y rueda dentada, sobre la que edificar un imperio industrial y diseñar un producto para todos los públicos, asequible pero también con formas imaginativas, diseños refinados y acabados dignos de los mejores sueños y bolsillos.

El sistema, que continúa vigente en los modelos de gama media alta, permite, por fin, ofrecer encendedores cómodos, prácticos, útiles, versátiles y seguros.

Sus bondades son innegables y el mercado lo adopta de forma mayoritaria, lo que origina una etapa de efervescencia empresarial que también beneficia indirectamente a otros sectores relacionados con el tabaco como los fabricantes de pitilleras, accesorios y máquinas de liar (la Victoria y la Conchita fueron muy famosas en España).

Famoso modelo desarrollado por la prestigiosa marca suiza Thorens

Un periodo, que se extiende hasta mediados de los años treinta, caracterizado por una alta tasa de creación de empresas y marcas, una apuesta creciente por el marketing, la publicidad y los nuevos medios de comunicación de masas y una estrategia corporativa orientada a la innovación y el lanzamiento periódico de nuevos modelos con los que diferenciarse de la competencia y enganchar a los consumidores.

Son décadas doradas, de elevada demanda y beneficios récord para las compañías, que dan lugar a un catálogo de encendedores antiguos que haría las delicias de cualquier coleccionista de mecheros.

Dinero que también atrae a los Estados, deseosos de obtener una buena comisión de todo este nuevo nicho de negocio. Se implantan así los inevitables impuestos y tasas para gravar los útiles relacionados con el fuego.

Timbre fiscal sobre un encendedor suizo
Sello gubernamental en una pieza gala

En 1872 Francia había establecido el primer monopolio europeo sobre la fabricación y venta de cerillas y a partir de esa fecha la mayoría de los países siguen ese camino, extendiendo el gravamen a las recientes generaciones de dispositivos como los encendedores de gasolina.

Se desarolla la venta controlada a través de los estancos -con algunas excepciones como los mecheros publicitarios-y el timbrado para que ninguna unidad escapara al control estatal.

El sello, que certifica el pago de los tributos, se coloca en la base del artículo, aunque las piezas de mayor enjundia lo sustituyen, por cuestiones estéticas, por las iniciales BL (mechero de lujo).

Estas tasas y marcas fiscales tienden a desaparecer a partir de 1950.

Imitación del estilo de los encendedores del ‘arte de guerrillas’ desarrollado por la tropa

En esos años, el impuesto aumentó tanto que algunos fabricantes recurrían a la falsificación mientras que los artesanos y particulares, cuyas manos dieron forma a interesantes modelos como los manufacturados por los soldados durante las guerras que asolaron Europa, quedaban exentos de facto.

Para evitarlo naciones como España gestaron el método del carné identificativo que certificaba el abono de la tasa y podía ser solicitado por la Autoridad fiscal en cualquier circunstancia. En caso de no cumplir con las obligaciones, se requisaba la pieza y se imponía una multa al propietario.

Encendedor británico diseñado para pipa

La artesanía, sobre todo la castrense, escapó, a pesar de todo, al celo gubernamental y dejó bellos ejemplos de encendedores para la posteridad.

El conocido ‘arte de trincheras’ engloba todos los encendedores y mecheros antiguos realizados por los soldados desde la Primera Guerra Mundial durante sus estancias en los cuarteles y los escenarios bélicos.

Piezas únicas elaboradas con cariño y dedicación, muchas toscas pero otras ingeniosas, creativas y rematadas de forma brillante, a base de materiales accesibles para la tropa como munición, botones o elementos de artillería.

El nuevo producto también se impuso entre los militares ayudado por la prohibición de los fósforos en el campo de batalla.

Se consideraba que las cerillas facilitaban el trabajo a los francotiradores mientras que en los encendedores de gasolina la incandescencia era tenue, casi invisible, si el soldado protegía con su mano las chispas de la piedra.

Atractiva combinación de encendedor y pitillera para cigarrillos

Moda y creatividad

En los años veinte los mecheros han conquistado el mercado y adquirido el estatus de accesorio de moda y elemento diferenciador, capaz de transmitir y reforzar imagen.

Sus diseños plasman las corrientes artísticas de la época y reflejan un determinado estilo de vida.

Los fabricantes, con ayuda del cine, la publicidad y las estrellas de Hollywood, los transforman en atractivos complementos unisex, ideales para configurar un look glamuroso y una estética sexy que calará en el inconsciente colectivo de la sociedad europea y estadounidense.

La creatividad del periodo es notable. Aparecen piezas para todos los gustos y economías.

El cuerpo del encendedor se abre a la experimentación, mejora su ergonomía y acoge una extensa paleta de compuestos (metales y piedras preciosas pero también cromo, níquel, latón, aluminio, bronce, hierro, laca, esmalte, pintura a mano o piel).

Igualmente, se emplean con profusión formas caprichosas y elementos decorativos como el guilloché, los grabados, los cincelados y el relieve.

Encendedor de sobremesa francés con mecanismo de martillo y carga a gasolina

En materia técnica, los encendedores antiguos de gasolina se refuerzan con nuevas soluciones y mecanismos y surgen infinidad de modelos de rodillo, con tapa o martillo, de apertura automática o semiautomática, de rascador, de mecha y con accesorios como relojes, cajas de música y pitillleras.

La piedra y la rueda revolucionan el sector

Además de los encendedores de bolsillo y los encendedores de sobremesa el mercado ofrece versiones más especializadas y dirigidas a grupos específicos de población como los trabajadores que requieren unidades robustas capaces de soportar las peores inclemencias.

Un ejemplo de esta índole sería el aclamado mechero Imco austriaco, que se conocía con el sobrenombre de ‘El martillo’ por su resistencia y dureza.

Por otro lado, se solucionan con los años algunos inconvenientes que presentaban las unidades de gasolina como era la hermeticidad del depósito que causaba malos olores y gusto desagradable al fumador, mejorando la estanqueidad y diseñando combustibles adaptados al producto.

El último escalón llega con la irrupción de los mecheros de gas.

Los prototipos se gestan alrededor de 1935. Será un fabricante francés de válvulas para neumáticos, Henri Pingeot, quien desarrolle el primer encendedor de esta clase.

La introducción de las unidades a gas abarata los costes y aumenta la producción

Su idea llama la atención de la empresa gala Flamidor que, tras varios años en tratos y en competencia para adquirir la patente mejorada, logra adquirir los derechos y perfecciona todavía más el método hasta llegar a ocultar sus avances a las tropas de ocupación alemana.

Tras el conflicto, encarga a Shell Butacas que desarrolle un combustible especial para estos encendedores, el gas butano, y en 1947 presenta en París su creación con todos los honores.

Comercializa un modelo de sobremesa GENTRY que vende como ‘económico, inodoro, limpio y de larga duración’, al garantizar unos 18 meses de funcionamiento ininterrumpido.

La tecnología del gas obtiene una excelente acogida y estos mecheros copan una parte notable del mercado.

Original diseño de coche de los sesenta
Mechero japonés en forma de fuelle

Aunque no llegan a desbancar del todo a los modelos clásicos de gasolina, su bajo precio y tiradas masivas revolucionan un sector que, de nuevo, experimenta una explosión de series, enseñas y soluciones técnicas.

Además, ahora la industria japonesa comercializa muchas unidades asequibles y de formas singulares como barcos, automóviles, cámaras, objetos domésticos y cualquier cosa que conlleve cierta demanda.

Nacen nuevas referencias eléctricas, a batería, de combustión interna y otras alternativas que demuestran la salud del producto hasta los años ochenta cuando algunas marcas ven caer su demanda por la fuerte competencia asiática y otras evolucionan hacia piezas más refinadas y elitistas con series exclusivas, revisiones de modelos y tiradas limitadas.

Hoy en día, los encendedores de gasolina y gas han perdido cuota de negocio por el rechazo social al tabaco pero mantienen presencia como complementos de lujo en manos de casas como Dupont, Dunhill o Cartier y también ha crecido la base de coleccionistas de mecheros antiguos de firmas emblemáticas del calibre de Zippo, Mylflam y Ronson.

Serie limitada de Zippo
Modelo de Dupont

Ese capítulo, el destinado a los grandes fabricantes y marcas históricas de encendedores, lo abordaremos el próximo mes de octubre.

 

Curioso encendedor con forma de cámara de fotos y trípode a juego

El blog muda su cara

Por nuestra parte, solo pediros que nos deis vuestras opiniones sobre el cambio de plantilla acometido este mes en el blog.

Hemos modificado bastante el diseño, aunque el proceso sigue abierto, y añadido algunos enlaces nuevos pero esperamos que, en líneas generales, la nueva apariencia y estructura os convenza y resulte sencilla y práctica.

Cualquier comentario en este sentido lo recibiremos con agrado.

Hasta dentro de treinta días.

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