Longines es una de las casas relojeras más reputadas del mundo y como otras grandes marcas suizas (Omega, Zenith, Jaeger-LeCoultre…) dispone en su catálogo de referencias icónicas que acaparan gran parte de sus ventas y llevan años despertando el deseo en coleccionistas de todo el mundo.
En el caso de la firma nacida en 1832 en el cantón de Berna, se trata, sin duda, del modelo Conquest y las sucesivas colecciones a las que ha dado lugar.
Esta unidad, que mantuvo a mediados del siglo pasado un estimulante pulso para conquistar el mercado de gama alta con el Constellation, otra serie emblemática para los amantes de la relojería antigua, se gesta en un momento álgido y decisivo para la manufactura fundada por Auguste Agassiz.
En los años cuarenta la empresa de Saint-Imier tiene un nombre respetado en el ámbito de los relojes deportivos, de navegación y alta precisión -su colaboración con el piloto Charles A. Lindbergh acrecienta esa fama global- y es pionera en el desarrollo de movimientos propios de cuerda manual como el legendario calibre para cronógrafo de pulsera 13ZN.
Sin embargo, el colapso generado por la Segunda Guerra Mundial amenaza los activos de la firma que necesita una reacción, un extra, algo con lo que sorprender y tomar ventaja en un mercado cada vez más competitivo y en clara recesión económica,
Este punto de inflexión llega con la puesta en marcha en 1944 de una línea de I+D para gestar el primer reloj de carga automática de la casa, una idea desarrollada por el departamento liderado por Alfred Pfister, director técnico de Longines durante el último cuarto de siglo
Los prototipos iniciales ven la luz doce meses más tarde y se van testando progresivamente en los ejercicios siguientes en nuevos relojes de pulsera.
Estos calibres, 22 y 22AS, se revelan exitosos y fiables y la marca patenta el movimiento 22A, un prototipo con masa oscilante bidireccional cuya fabricación supuso un desafío de primer nivel al obligar a la casa a conjugar una producción a gran escala con una nueva tecnología de carga.
A comienzos de los años cincuenta los mecanismos automáticos ya representaban el 5% de su producción para crecer un 250% en un plazo de seis años hasta alcanzar el 17,6% del total.
Esta experiencia previa en el desarrollo de esta clase de calibres, esenciales para el futuro de la compañía, le lleva a lanzar en 1952 el modelo All Guard, precursor del Conquest con el que comparte cajas y movimientos.
El ‘Conquista’, comercializado dos años más tarde, representa el culmen a una década de trabajo e inaugura una nueva estrategia comercial y de marketing.
Ahora, los modelos y mecanismos se dirigen al mercado global y la compañía ya no concibe calibres adaptados a los gustos y preferencias de los consumidores locales.
Además, será también la primera vez que Longines designa con un nombre específico a una colección de relojes para diferenciarla y potenciarla de cara a los posibles clientes, una tendencia que continuara con las líneas Flagship, Silver Arrow y Admiral.
Como su denominación indica, el Conquest nace para triunfar y gustar a todos los públicos, tanto por su diseño exterior como por su corazón interior.
Está alimentado por el alabado movimiento automático 19AS (17-19 gemas), que se basa en el calibre manual 8.68N de la década de los treinta y destaca por su concepción mecánica singular, robusta, exacta y fiable
Tiene acabados perlados, puentes rodiados, calendario simple, segundero central o auxiliar, reserva de marcha de 39 horas y espiral Breguet en las primeras versiones.
Con unas dimensiones acordes a sus competidores, 35,2 mm de diámetro por 42,6 mm de largo, cuenta, en el modelo de acero, con un característico emblema en el anillo interno del reverso, de oro y esmalte verde simbolizando el mar, con un motivo de pez y la inscripción ‘Longines Automatic Waterproof’.
Este medallón, que representa el sello de calidad de la casa, se ofrece en color azul y con un diseño de olas y estrellas en las otras variantes de la gama.
El fondo viene roscado y presenta forma dodecagonal por lo que requiere una herramienta específica para abrirlo, una práctica habitual entre las manufacturas suizas, mientras que la caja está numerada en la parte posterior del asa situada a las diez y en el interior del reverso.
El elegante reloj, de formas aplanadas para la época (pie-pan), se comercializa con caja redonda de acero, chapada en oro de 20 micras y en oro macizo y se ofrece con brazalete a juego y correa de piel con hebilla firmada por la casa.
Las primeras unidades carecen de calendario, lo que acrecienta la simetría del dial, aunque pronto incorporan un indicador de fecha a las tres, más separado del borde que el estándar de la industria.
Años después, se cambia a una original disposición de ventana a las doce que se adopta como elemento diferencial.
En materia de apariencia exterior, el Conquest tiene muchas similitudes con el Constellation.
El diseño de la esfera primigenia, plateada y con acabado soleil (rayos de sol), es muy limpio, sin números y con índices facetados en acero u oro, en forma de punta de flecha a las 3, 6, 9 y 12 y trapezoidal y de menor tamaño en el resto de posiciones, que se resaltan con el anillo perimetral satinado.
El dial, que se ofrece también en dorado, se complementa con la escala de minutos, las elegantes agujas tipo Dauphine de acero liso con aplicación de lume, el segundero central, el logotipo de la marca helvética, la referencia a la serie, el tipo de movimiento y la leyenda Swiss.
La unidad monta cristal acrílico Hesalite, uno de los elementos que se conservaran en la edición Heritage del año 2000, luce unas asas anchas y robustas y lleva una corona firmada Longines.
Esta apariencia original irá mutando a medida que el modelo evolucione.
La segunda generación se lanza cinco años más tarde, en 1959, e incorpora un rediseño de la forma de la caja, la adopción de nuevos mecanismos (calibres serie 290) y cambios en la corona y la esfera, que ya incluye la opción de la fecha a las doce
En esa época Longines afrontaba una reducción de la demanda debido a la problemática situación mundial y a la ralentización económica, lo que obliga a la firma a intentar reducir costos.
Una de las vías fue desarrollar calibres nuevos a partir de movimientos de base para intentar estandarizar y optimizar la producción ya que otras marcas apostaban por equipar sus relojes con mecanismos fiables pero vetustos, aumentando el beneficio y bajando los precios finales.
Esas ideas están presentes durante la concepción de la gama 290 que, siendo más robusta y duradera que la línea 19, resulta menos compleja y más austera en materia de ornamentación.
Este movimiento automático trabaja sobre 24 gemas, incorpora segundero central, tiene una reserva de marcha de 45 a 48 horas y monta protección Incabloc contra golpes y sacudidas fuertes.
Por su parte, el calibre 291 se comercializa con ventana de fecha a las tres o las doce y el 292/3/4 incluye además un indicador de reserva de marcha en el centro del dial.
Este movimiento da lugar a un modelo muy singular (Conquest Power Reserve Calibre 294), con agujas esqueleto con luminiscencia, índices tipo bastón, calendario a las doce, un anillo con dígitos arábigos negro cifrado del 0 al 45 y el añadido de tres estrellas en la parte inferior de la esfera.
A partir de los años sesenta y setenta hubo innumerables diseños de línea para la colección, con incontables combinaciones de cajas, esferas y movimientos.
En torno a mediados de la primera década Longines lanza, aprovechando la popularidad del nombre Conquest, algunas ‘series menores’ del modelo, incluyendo colecciones deportivas y de buceo, siguiendo la tendencia de Omega con el Genève.
Son productos de inferior calidad que las primeras generaciones pero más económicas con idea de captar consumidores jóvenes y de menor poder adquisitivo y cubrir toda la gama de precios de acceso al mundo relojero.
También se comercializan líneas como Conquest 3 Star o Conquest Calendar y aparecen complicaciones y ejemplos de diales negros y blancos.
Igualmente, se añaden números a la esfera (12, 3, 6 y 9), hay cambios en la tipografía, en las agujas (más estrechas y de tipo bastón), en los índices -con puntos luminiscentes y más impersonales en algunas referencias-y en las cajas, con propuestas más estilizadas.
Todos estos relojes vintage son muy buscados hoy en día por los coleccionistas de todo el mundo y por la primera versión del Conquest de acero o laminada en oro se pueden pagar desde quinientos a mil euros dependiendo del estado y la condición, aumentando bastante el valor si hablamos del modelo de oro macizo.
La serie continua siendo una de las principales armas comerciales de Longines y en ella focaliza gran parte de sus esfuerzos de investigación e innovación, sabedora de que el público es fiel a la referencia por su diseño, leyenda y calidad
La casa helvética, que desde 1963 trabajaba en soluciones de calibres electromecánicos y que dos años después desarrolla un movimiento electrónico de cuarzo (800) alabado por su precisión, pone todo su saber hacer en tensión para resistir el empuje de la industria japonesa.
Así en 1967 culmina un mecanismo automático (L430), que se presenta como alternativa al cuarzo y a la electrónica de la competencia y que late en la colección Ultra-Chron, y un bienio más tarde desvela su secreto proyecto reloj de arena que buscaba crear el primer calibre de cuarzo cibernético (L6512), el Ultra-Quartz.
Avances que se concretan en 1984 en el movimiento 276 VHP (Very High Precision), un calibre de cuarzo extra preciso, con tecnología para equilibrar las variaciones térmicas, que pasa a equipar a los relojes de la línea Conquest y obtiene numerosos galardones por su fiabilidad.
En 2007, Longines reorganiza su gama y el modelo se adiciona a la nueva colección Sport, que busca combinar la elegancia con las necesidades propias de la actividad deportiva, en sus versiones Conquest e HydroConquest (calibres automáticos y de cuarzo).
Este último es un reloj de buceo y actividades acuáticas, con fondo y corona con protección lateral roscados para una profundidad de hasta 30 bares, dotado de bisel giratorio unidireccional en rojo, negro y azul y agujas diseñadas para facilitar la lectura en cualquier situación de iluminación.
En 2013, la casa presenta la Conquest Classic que aglutina una línea de referencias con movimientos mecánicos que han forjado el carácter y la reputación de la marca, entre las que destaca un cronógrafo alimentado con el calibre L688 con rueda de pilares
Un ejercicio después, la marca lanza una edición conmemorativa dentro de la colección Heritage, inspirada en las conquistas y retos que han alentado a la compañía a superarse a lo largo de su trayectoria, para conmemorar el sesenta aniversario de la enseña (1954-2014).
Se trata de una serie limitada y numerada, en acero y oro rosa o amarillo.
Calca a la perfección el modelo primitivo -con el riesgo que hoy en día conlleva ofrecer cajas de 35 mm-exceptuando la maquinaria automática, un calibre L633 con base ETA sobre 25 rubíes, la mejora en la estanqueidad de la caja y la aplicación de Super-Luminova en índices y agujas.
Recientemente, la empresa, en su deseo de mantenerse en las primeras posiciones de la industria relojera, ha presentado una nueva serie Conquest VHP con dos nuevos movimientos desarrollados por ETA con una variación de cinco segundos al año y capacidad para reiniciar las agujas tras un golpe o una exposición a un campo magnético.
Vienen con calendario perpetuo, indicador de la vida útil de la batería de larga duración y pueden adquirirse con esferas en color azul, carbón, plata y negro.
Una muestra de que Longines, pese a parecer encorsetada y restringida a un determinado segmento de mercado dentro del Grupo Swatch, dispone de tecnología, tradición, experiencia, creatividad, capital humano y proyección para continuar una larga historia que nos ha legado piezas mágicas como las que ilustran este artículo.