Ahora que nos encontramos en plena época navideña es buen momento para hablar un poco sobre los conocidos y asequibles juguetes de fundición antiguos que tantos fieles seguidores tienen en todo el mundo.
La manufactura de este tipo de unidades, cuyas primeras versiones consistían en meras representaciones genéricas de automóviles y aeronaves, se inicia de forma simultánea en Francia y Estados Unidos alrededor de 1910.
Son los históricos fabricantes Simon & Rivollet (S.R, París), conocido más adelante como Rivollet Successeurs, y Tootsietoy (Dowst Brothers, Chicago), registrada como marca en 1924 y caracterizada por productos sencillos con pocas piezas, quienes lanzan estas referencias esquemáticas acabadas en una aleación dúctil de plomo.
Medían unos 5 centímetros de longitud y contaban con atractivas ruedas y un aceptable grado de modelado y detallismo.
Un lustro después el largo de las unidades se alarga hasta los 7,5 centímetros y las dos marcas comercializan la primera reproducción a escala de un prototipo real, el T de Ford, el coche más afamado de la época.
La progresiva adopción por parte del sector juguetero de la tecnología de fundición a presión o fundición en troquel hace que los juguetes inspirados en medios de locomoción experimenten un notable auge
La demanda comercial resulta brutal gracias a los precios económicos, la variedad de series, la adaptabilidad a los gustos locales, la resistencia del material, el tamaño contenido y la vistosidad de los artículos.
Este proceso industrial (die-cast) utiliza materiales baratos, admite formas y diseños de toda índole, resulta rápido en comparación con otros sistemas y los mismos componentes pueden producirse en masa.
La fundición más común es la que emplea un molde de arena compacta derivado de un patrón maestro -modelo tridimensional de tamaño completo en madera, yeso o bronce-para depositar el metal fundido, lo deja solidificar y luego lo rompe para extraer la pieza sólida.
El método no se restringe a los vehículos terrestres -los coches de fricción y desmontables eran muy valorados durante la década de los treinta-sino que desde el principio se lanzan pistolas, aeroplanos y referencias militares.
Muchos de estos artículos primigenios se caracterizan por distar del modelo en el que se inspiran y presentar visiones un tanto futuristas o utópicas.
La apuesta empieza a interesar a grandes fabricantes como Märklin a raíz del abandono del plomo en favor de una aleación de cinc conocida como zamak / mazak, que lleva pequeñas adiciones de magnesio, aluminio y cobre.
Ofrece más ligereza y dureza aunque genera problemas de fragilidad y roturas a largo plazo debido a impurezas en la manufactura que, unidas a la humedad ambiental, pueden llegar a destruir la pieza, por lo que resulta difícil encontrar ejemplos anteriores a 1940 en el mercado.
Estos aspectos se solventan con la introducción de una aleación de alta pureza y la tecnología se extiende con rapidez a Gran Bretaña.
Durante el primer tercio del siglo XX, los fabricantes de soldados de plomo presentan colecciones complementarias de juguetes de fundición a presión que amenazan las exportaciones de Tootsietoy.
Sin embargo, la compañía americana, pionera en este segmento de mercado y con sólida experiencia en toda clase de juguetes desde automóviles, aviones y muebles para casas de muñecas hasta camiones, naves y piezas para el popular Monopoly, mantiene el liderazgo tecnológico en materia de producción y acabado.
Entre sus aportaciones, al margen de liderar el uso del mazak, se pueden destacar la incorporación de la rejilla niquelada del radiador para mejorar el realismo de los vehículos, la construcción de un chasis común para utilizar en varias series y los avances en modelado con el empleo de rebajes en las puertas y el compartimento motor en lugar de salientes.
Su amenaza más inquietante en el mercado británico llega de la mano del gigante Hornby.
En la década de los treinta saca una serie de figuras humanas de plomo, en aras de obtener locomotoras más fieles al original, que deriva en una línea paralela de vehículos terrestres, del mismo material y a idéntica escala que sus trenes, que al principio muestran cierta fragilidad de uso.
Reciben el nombre de Modelled Miniatures pero, a partir de 1934, cambian primero a Meccano Miniatures y luego a Meccano Dinky Toys obteniendo una acogida entusiasta entre los compradores por provenir de una empresa notoria y porque se basaban en prototipos ingleses.
Dos años después ya habían salido de la factoría de Liverpool unos 200 modelos diferentes de Dinky Toys y algunas unidades de las instalaciones que Meccano tenía en Francia, referencias, varias de prototipos galos, que los coleccionistas estiman tienen mejor línea y acabado que las británicas.
La exitosa apuesta le permite liderar el negocio en las islas hasta los cincuenta, con la dura competencia tras el conflicto mundial de compañías como Wells-Brimtoy, Mettoy y Chad Valley, posición que cede en favor de Lesney, fundada en 1947 y dedicada en sus orígenes a fabricar piezas troqueladas para terceros.
En la segunda mitad del siglo pasado esta compañía empieza a diseñar y comercializar sus propios modelos bajo la firma Matchbox y, en cosa de diez años, se erige en el fabricante más importante del mercado nacional y del estadounidense con la presentación de 75 referencias nuevas por línea.
Los juguetes de fundición de esta casa, que al igual que el resto combinan elementos de metal con partes de plástico, caucho o vidrio, recuperan el tamaño de 5 centímetros, se suministran en vistosas cajas y recrean prototipos de vehículos clásicos y modernos.
Obtienen una enorme popularidad, hasta que el punto que sus dimensiones se convertirán en el nuevo estándar de la industria, y la empresa británica refuerza su apuesta con la presentación, en 1956, de una línea dedicada a los modelos antiguos que cada vez despertaban más interés entre el público.
Esta serie ‘Models of Yesteryear’, que tenía idéntico precio que las demás colecciones de Lesney, abre, casi de casualidad, un nuevo nicho de mercado: el juguete para coleccionistas
Los prototipos, coloridos y llenos de detalles, atraen por igual a niños y adultos, se revenden entre los aficionados, ganando valor en poco tiempo, y contribuyen a incentivar la afición por los juguetes troquelados y de fundición que se dispara con las publicaciones especializadas y los clubes de seguidores (Dinky Toy Club, Corgi Model Club…).
Dinky, que había perdido el liderazgo del ramo, conservaba muchos seguidores adeptos a sus propuestas de gran tamaño pero su primacía en este nicho de negocio también peligra con la irrupción de la gama Corgi de la compañía Mettoy, gestada en 1933 por Philipp Ullmann y pionera en la decoración de interiores.
Se trataba de modelos más modernos y realistas, algunos mecánicos, con elementos de los que carecía Dinky (ruedas con bandas de rodadura, tapacubos de aluminio, ventanillas de plástico…), que sorprendieron a la competencia por su nivel de detalle y la calidad de su fabricación.
Triang es otra de las jugueteras inglesas que invierte en el negocio de troquelados, primero con la marca Spot-On (1959), que trabaja con gran precisión y a escala 1:42, y después mediante la adquisición, en 1968, de Hornby y Dinky Toys.
La siguiente en llegar, ese mismo año, no es inglesa sino una todopoderosa empresa estadounidense y su aparición es casi una invasión y un directo a la mandíbula de Matchbox.
Los extravagantes y divertidos coches americanos Hot Wheels de Mattel inundan el mercado en la década de los sesenta y desplazan al resto gracias a la alta velocidad que pueden alcanzar y a sus cuidados interiores con asientos de plástico y bloque motor metálico.
Los cojinetes de baja fricción y sus ejes extremadamente finos son dos avances tecnológicos que las demás marcas emulan en series como Superfast o Speedwheels.
Otras compañías de vehículos a escala que operan en estos años son Micromodel, responsable de unos juguetes muy coleccionables lanzados en 1952 y gestados en Australasia que representan coches y camiones australianos, americanos y británicos, las italianas Mercury, Mebetoys y Bburago, la danesa Tekno, las alemanas Schuco, Siku y Gama Toys y las japonesas Kyosho, Tamiya y Aoshima Bunka Kyozai.
También podríamos citar a Britains, CIJ (Compagnie Industrielle du Jouet), Bendros, Budgie, Crescent, Guisval, Maisto, Solido, Majorette, Morestone o Taylor & Barret.
En este punto, los vehículos de fundición a presión han alcanzado un grado de desarrollo impensable en sus orígenes, con copias mecánicas llenas de detalles y muy cercanas al original.
Se cuida tanto el exterior como el interior del prototipo y se repara en todo tipo de elementos (parachoques, faros centelleantes, ventanas, asientos tapizados, pintura, rotulado…) y partes móviles (puertas, maletero, motor, suspensiones, dirección…) para gestar piezas deseables, fáciles de exhibir y lo suficientemente asequibles para permitirse hacer una colección.
Al contrario que las marcas foráneas, con las japonesas y las estadounidenses al frente, las europeas no se mostraron muy activas en salir de sus mercados locales y diseñar estrategias globales de venta y márketing para sus artículos.
Märklin fue una de las pocas que lo intenta y lanza algunas series troqueladas que no obtienen la acogida esperada aunque implanta una solución técnica -emplear una base de hojalata para estampar el nombre del modelo-que es replicada casi de inmediato por el resto de jugueteras.
Entre los sesenta y los setenta, ante la gran afición que despertaban este tipo de artículos, las marcas comerciales los emplean como canales publicitarios y promocionales, no sólo para influenciar a los adultos a través de los niños sino para dirigirse directamente a ellos, conocedoras de que los vehículos a fundición ya eran un elemento de colección más que un juguete.
Así, grandes corporaciones como McDonald’s, Coca-Cola, Kodak, Singer o Texaco encargan series con sus nombres y logotipos o solicitan licencias de uso a las jugueteras y aparecen múltiples versiones del mismo juguete con distinto rotulado para ahorrar costos, una medida que disgusta a muchos aficionados que desprecian estos modelos que difieren por mínimos detalles.
La década de los ochenta es un periodo negro para la industria que, arrastrada por la recesión económica mundial, la competencia global y la deslocalización productiva, ve caer a tres ilustres integrantes, Meccano, Matchbox y Corgi
Mattel, que compra las dos últimas y adquiere también la enseña Dinky Toys, traslada la fabricación a China y pequeñas empresas como Oxford Diecast y Tyco se reparten los restos de las tres corporaciones.
Ellas y otras sociedades de reciente creación como Lledo, fundada por Jack Odell, quedan como últimos representantes en Gran Bretaña de la todopoderosa industria autóctona.
En Estados Unidos, el impulso de las carreras de velocidad y resistencia atrae en los noventa a nuevos adeptos a los coches y camiones de fundición y aparecen diversas marcas, una de las mejores fue Racing Champions, y colecciones dedicadas a la Nascar y a sus pilotos y equipos.
También se acrecienta la popularidad de las series militares y las centradas en los aviones con empresas como Dyna-Flytes, Herpa y Dragon Wings.
Los vehículos, manufacturados en casi cualquier país industrializado, se ofrecen en muchas escalas.
Las más usuales son 1: 12 y 1: 18 para modelos muy grandes y detallados dirigidos a un público adulto, 1: 36 y 1: 43 para los juguetes y 1: 50 y 1: 60 para camiones, autobuses, unidades militares y de construcción.
En líneas generales existen notables diferencias de calidad entre las piezas antiguas y las reproducciones modernas.
En las primeras la superficie es más lisa y suave al tacto, gozan de más finura en los detalles y las líneas resultan más nítidas, ya que se hicieron con un molde derivado de un patrón maestro original.
Además, suelen mostrar algún elemento o parte de acabado manual, sus medidas se ajustan con exactitud al catálogo y el tipo de pintura empleado y la forma de aplicación difieren en relación a las réplicas.
Respecto al precio, una referencia de época tiene un valor variable que depende del contexto del mercado coleccionista pero siempre influyen determinados aspectos.
Los más importantes son la rareza, que suele ir unida a la escasez, la nostalgia por determinadas colecciones con independencia de sus tiradas, los detalles, errores de fabricación y pequeñas variaciones en el diseño, el estado de conservación, la presencia o no del embalaje original y la fama del fabricante.
Los coleccionistas de este tipo de juguetes de miniatura buscan principalmente automóviles, aviones, trenes, furgonetas de reparto, autobuses y vehículos militares y de construcción.
Iniciarse en este mundo y levantar una pequeña colección queda todavía al alcance de cualquiera ya que, al contrario que ocurre con los juguetes de hojalata antiguos, hay muchas piezas disponibles, las temáticas son innumerables y los precios no resultan disparatados salvo en casos excepcionales.
Hoy en día, con el mercado lleno de insulsas pero baratas referencias chinas, los juguetes de fundición antiguos y modernos de calidad tienen aún mucho predicamento entre los coleccionistas y la afición goza de buena salud como denotan las subastas, las ferias especializadas, las tiradas limitadas de vehículos clásicos y la recuperación de marcas históricas.
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Que tengáis Feliz Navidad y un Próspero 2019