Stratton: polveras y accesorios de belleza de estilo british

Polvo de malaquita para pintarse los ojos, cera de abeja contra las arrugas, exfoliantes a base de alabastro y sal para oxigenar la piel… el empleo de fórmulas cosméticas para conservar y resaltar el atractivo natural se conoce desde tiempos inmemoriales. 

Ya en las sociedades antiguas, varones y féminas utilizaban recetas y remedios variopintos, y recurrían a los consejos de asesores de belleza y profesionales del ramo del estilo de los kosmetes griegos o las ornatrices romanas.

Una costumbre que, con la excepción de épocas oscuras como la Edad Media, arraigó con fuerza en Occidente durante el Renacimiento y el siglo XVIII para tomar un nuevo impulso en la centuria posterior avalada por los descubrimientos científicos, los cambios sociales, y la creación de las primeras firmas del sector como Guerlain y Bourjois.

Sin embargo, no será hasta comienzos del XX, con la progresiva autonomía e incorporación de la mujer al entorno laboral y la influencia de los nuevos medios de comunicación de masas, cuando la cosmética abandona definitivamente la oscuridad de los hogares y su uso público, identificado hasta entonces con señoritas de vida licenciosa, deja de percibirse de manera negativa.

En torno a 1920, el empleo de polvos de maquillaje, máscaras de pestañas, lápices de ojos, barras de labios, y perfumes, que formaban parte de tocadores y sets de viaje y se aplicaban lejos de miradas indiscretas, pasa a formar parte del paisaje urbano y se transforma en un elemento más de vanidad, seducción y glamour.

La incipiente industria reacciona a la demanda de lucir espléndida durante todo el día creando nuevos musts y, sobre todo, diseñando envases compactos, atractivos, ingeniosos, y fáciles de transportar, que permiten maquillarse y acicalarse en cualquier momento y lugar.

Para dar respuesta a las necesidades de la mujer moderna, beben de las fuentes clásicas, de las que toman compuestos, actualizados con la ayuda de químicos y especialistas, y planteamientos estéticos a la manera de los motivos egipcios y persas presentes en recipientes y presentaciones art decó.

Es este entorno cambiante, lleno de oportunidades para los emprendedores y dominado por franceses, americanos, alemanes y japoneses, el que ve nacer a principios de los años veinte a la empresa británica Stratton en la ciudad de Birmingham.

Surge de la fusión de las compañías Jarrett & Rainsford, dedicada a la fabricación de mercería y bisutería económica, y Stratton Ltd, propiedad de Charles Laughton & Sons Ltd-cuyos orígenes se remontaban a 1860-, que estaba centrada en la producción de agujas de coser, dedales, receptores de radio y joyería para hombre.

La sociedad resultante, Jarrett, Rainsford y Laughton Ltd., conserva el nombre comercial Stratton y lo emplea para bautizar el departamento encargado de desarrollar artículos de lujo acabados en metal y ornamentados con diferentes materiales.

Pronto, en 1923, decide introducirse de lleno en el sector de los complementos de belleza e importa de Estados Unidos partes acabadas de polveras que luego ensambla y comercializa en el Reino Unido.

La elección de este accesorio para entrar en una actividad pujante y con altas tasas de crecimiento no resulta casual.

La polvera de mano, que se convertirá en un básico en el bolso de cualquier mujer, aparece en el mercado en respuesta a los nuevos planteamientos que exige la vida activa de jóvenes y trabajadoras, que la adoptan masivamente por su utilidad para retocarse y dar un rápido y suave toque de color al rostro.

Equivale a los antiguos recipientes de polvos para tocador, y su diseño toma influencias de la manufactura de cajas para relojes de bolsillo, pitilleras, y estuches para tabaco.

Desde su lanzamiento gozan del favor del público y se fabrican en una amplia gama de materiales y formas, con referencias sencillas y económicas y modelos de gama alta dotados de múltiples accesorios y rematados con metales y piedras preciosas.

Las hay acabadas en baquelita, celuloide, marfil, carey, plata, oro, plástico, u otros compuestos, pero la mayoría de empresas opta por emplear una aleación metálica con un baño dorado, debido a su mayor resistencia, a su coste contenido, y a las posibilidades que ofrece en cuestión de diseño.

La misma decisión que toma Stratton que, tras consolidar su posición comercial y aprovechando su sólida experiencia en el trabajo del metal, abandona la compra de componentes en el exterior, una conducta habitual en la industria británica de esos años que también recurría a los servicios de proveedores franceses, y lanza su propia línea de polveras de manufactura cien por cien inglesa.

Consigue una gran aceptación y en la década de los treinta llega a copar la mitad del mercado del Reino Unido- donde ya operan compañías como Yardley, Gwenda y Morny-, beneficiándose indirectamente de la situación prebélica gracias a la captación de talentos exiliados de la compañía alemana Rowenta.

En conjunción con los gustos de la época, produce mayoritariamente unidades circulares de pequeño tamaño, en metal dorado y plateado, con espejos de cristales convexos, cierres a presión y rosca, y adornos de parejas de baile, mariposas, libélulas, lacados, mujeres, palmeras, y motivos animales, náuticos, geométricos y florales.

También ofrece algunas referencias planas (flapjack) y cuadradas, modelos duo con pintalabios, y lujosas vanity cases para competir con las marcas foráneas, un temprano modelo de polvera a la manera de un bolso de mano que incluye polvos compactos, aplicador, barra, y espejo y, según diseños, peine, pitillera, sombra de ojos, perfumador, lapicero, tarjetero, música, set de manicura, y otros complementos.

Estas primeras polveras de la casa británica vienen marcadas con la inscripción Stratton’s o con la leyenda Stratnoid, un sello comercial que Charles Laughton utilizaba también en la fabricación de dedales y artículos de mercería, y suelen acompañarse del marchamo Made in England y un número de patente.

La envidiable posición de la manufactura, que había fabricado una línea de unidades para las Fuerzas Aéreas, se tambalea por los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial. A la carestía de metal hay que sumar las incursiones alemanas, que destruyen, en 1940, cuatro de sus cinco factorías, y la obligación de destinar los útiles disponibles al esfuerzo bélico.

La empresa no retomará la producción hasta seis años más tarde cuando reabre el centro de trabajo de Leominster utilizando nuevas máquinas, algunas readaptadas, y posteriormente acomete la construcción de una moderna factoría en Warstock Road, que permanecerá como sede central cerca de medio siglo.

La recuperación es rápida gracias al espíritu vitalista y optimista que caracteriza la década de los cincuenta. El mercado de los complementos y accesorios de cosmética vive una eclosión y demanda calidad, innovación, agilidad e imaginación.

Sólo en Gran Bretaña firmas como Kigu, Vogue Vanities, Mascot, Melissa, Pygmalion o Flamingo manufacturan miles de polveras decoradas con cuero, esmaltes, lacas, guilloché, telas, chinoiserie, grabados, pinturas y pedrería, y combinadas con encendedores, relojes y maquinarias musicales.

A las habituales formas redondeadas y cuadradas se les unen diseños rectangulares, esféricos, hexagonales y planteamientos fantasiosos como cámaras, bolsos, espejos, abanicos, maletas, bolas, globos terráqueos, gorras, teléfonos, manos, pianos y corazones.

Los fabricantes mecanizan las unidades y las dotan de prácticos dispositivos para integrar funciones y facilitar el uso y la comodidad del usuario.

Stratton reconquista el terreno perdido con un catálogo variado y reconocible, de formas clásicas y modelos acordes a los nuevos estilos imperantes que requerían unidades convertibles y preparadas para albergar polvo de maquillaje en formato crema, una fórmula que acababa de irrumpir en el mercado cosmético.

La casa patenta inventos de gran calado como el ‘Compact-in-Hand’, que extendía la apertura automática a las tapas interiores evitando el daño a las uñas gracias a un dispositivo de pestaña que podía deslizarse con la cara interior del dedo (las piezas que lo llevan muestran grabado un dibujo del proceso y están datadas entre 1948 y 1970).

También entra de lleno en el mercado del lujo con referencias suntuosas como la exclusiva serie The Empress, una polvera cuadrada de gama alta y excelente acabado que tenía un generoso grosor, se vendía a un precio de cinco libras, y disponía de una versión más pequeña (The Royale).

Venía con espejo interior de marco biselado, bordes ondulados, apertura fácil, lujoso frontal -lacado con diferentes motivos o decorado con placas de madreperla-, y reverso ornamentado con fino guilloché y adornos similares al signo de la coma, en contraste mate y brillo.

Además, muchos de los modelos de la gama montaban preciadas cajas de música de la reconocida firma suiza Reuge, una casa fundada en 1865 y dedicada inicialmente a la fabricación y venta de relojes de bolsillo de sonería.

Estas unidades se identificaban con el sello Reuge Ste Croix, cincelado en la media luna de la cuerda, y tocaban melodías tradicionales y de actualidad.

Otras apuestas de Stratton por la calidad fueron la serie ‘Party Case’, -bolsos de noche en seda y metal, similares a los vanity pero algo mayores, que incluían polvera, pitillera, peine y pintalabios-, y la gama The Regency, de diseño inspirado en los joyeros franceses de sobremesa y personalizable por el usuario gracias a dos discos giratorios con letras instalados en el frontal bordado (petit point), que permitían fijar las iniciales y cambiarlas a voluntad.

También son muy conocidas las colecciones The Camera, destinada a mujeres que buscaban unidades de gran capacidad con espejos de generoso tamaño y dotada, en ocasiones, de barras de labios, y The Princess, ilustrada con imágenes de ballet y con las famosas instantáneas del fotógrafo Baron.

En los sesenta, la empresa británica goza de excelente salud y cuenta con delegaciones comerciales abiertas en medio mundo pero los nubarrones ya ensombrecen su futuro a medio plazo.

Para conmemorar el centenario de la marca, crea nuevas líneas, en una constante carrera por la innovación y el dinamismo comercial.

Salen al mercado la serie The Regal, con un cándido motivo femenino que remitía a la época victoriana, The Petite, con ornamentos florales y la base con un diseño de estrella, The Thinette, con un acabado plano algo obsoleto para la década, y The Rondette, una unidad pequeña de forma circular que se mantendrá en producción casi cuarenta años.

Igualmente, relanza el departamento de sets y estuches, potenciado a partir de mediados de los cincuenta con cuidadas presentaciones para fidelizar a los clientes y darles a probar las nuevas fórmulas en crema.

Estas polveras, englobadas bajo la enseña Glamorizers, no requerían tapas interiores y se ofrecían en múltiples diseños a juego con la barra de labios.

También incide en la diversificación de riesgos ante la progresiva pérdida de mercado para su producto estrella, amenazado por los cambios en la moda y la industria cosmética, y aumenta la producción de otros accesorios como broches, pins, alfileres, gemelos, lapiceros mecánicos, clips de mesa, cajitas, productos de oficina, espejos de mano, perfumadores, y artículos de fumador.

Todavía en los setenta, con la serie conmemorativa para celebrar el veinticinco aniversario de la ascensión al trono de Isabel II, acabada en metal plateado y resaltada con un camafeo de imitación, e incluso en los cercanos noventa, con los modelos de caja de reloj, elabora algunas polveras dignas de mención.

Sin embargo, el estilo natural en el vestir y los nuevos hábitos de consumo de productos de belleza (envases desechables de plástico, tubos, fórmulas líquidas…) terminan por condenar a la compañía, la última superviviente del sector británico de cosmética, que es adquirida, en 1997, por la corporación Cork Internacional.

Tres años después, el nuevo propietario vende la sociedad a Firmin & Sons PLC, una empresa con experiencia en la fabricación de artículos de metal, y en 2006, ya desnaturalizada, pasa a manos de Faze Two Manufacturing Ltd, que intenta sin éxito restaurar su fama.

Es el fin de la historia de una firma alabada por los expertos por su saber hacer, su estilo atemporal, y sus adelantos técnicos.

Sus productos, presentes todavía en gran número de hogares y viviendas, vuelven hoy a manos de coleccionistas de todo el mundo y de mujeres interesadas en la moda y los accesorios vintage.

[cincopa AkFAL4Kr3F77]

3 respuestas a «Stratton: polveras y accesorios de belleza de estilo british»

  1. Me encantan sus polveras compre varias para regalar en Cancun, Mexico, pero no he podido volver a conseguirlas en ningún otro país.
    Podrían decirme como conseguirlas? Si por Internet se pueden obtener?
    Gracias

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